lunes, 30 de diciembre de 2013

Pasos....


Voy a dejar de escuchar los debates, sobre todo sí tocan el tema "presos vascos" y sus "pasos". No sabía yo que los delitos de los presos de ETA fueran diferentes porque, literal, tienen una "intencionalidad política". O sea, que sí, que si el finado o finada no es político o política y su asesinato responde a motivaciones no ligadas al ejercicio de su actividad "profesional", el delincuente o delincuenta (estoy que me salgo con el lenguaje de género) es tratado como al común de los mortales aplicándoles en su totalidad los artículos del reglamento penitenciario (incluidos los beneficios contemplados para todos los presos según vayan cumpliendo años y demuestren buen comportamiento e intención de reinsertarse a la sociedad). 

Pues eso, que no todas las víctimas son iguales..., en todo, porque lo único que ha subido en las dotaciones presupuestarias es la subvención a la AVT.... A ver si nos enteramos que la paz se logra con diálogo y no con injusticias, violencias y posturas intransigentes. Pero claro, mientras sean rentables la sangre de los asesinados por ETA (si, ya veis que no defiendo la violencia de una banda terrorista), no van a dejar perder ese comodín electoral. Estoy a favor del diálogo, de la consulta a los pueblos sobre su futuro, de la modificación de la ley electoral, de la eliminación de la ley de partidos, de la justicia y de la paz. 

Estoy a favor del aborto, de la aplicación de medidas para que quien ha hecho los desmanes, los pague (incluyo políticos, bancos y corporaciones multinacionales). Estoy a favor de la sanidad publica, universal y gratuita, de la educación laica fuera de las garras de la iglesia y de una justicia gratuita que haga justicia igual para todos. Y sí, creo que el manifiesto de los presos vascos es un gran paso hacia la paz y que ahora toca dialogar. Y a los que siguen pensando hipócritamente, de un lado y de otro, sobre este tema que les den mucho por el culo.

Que el año que viene nos traiga magín para votar, ganar para cambiar y fuerzas para lograrlo. Por cierto... "Nosotras parimos, nosotras decidimos". 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Navidad, Navidad... Otro año más

Como cada año, un año más, llegamos a estas fiestas con ganas de celebrar y sinceramente veo poco por lo que hacerlo. A poco que una vea las noticias y observe lo que sucede a su alrededor, se convence que, no es que haya poco que celebrar, es que apenas hay nada.

Pese a todo, la sociedad, esa masa informe a la que todo político alude y a la que ninguno conoce en realidad, se empeña en que celebremos. Que sí, que hay que celebrar. Que es Navidad! Tiempo de amor y paz, de reencuentros, de olvidos recalcitrantes, de pasiones... Que sí hombre que sí, que en este tiempo sacamos lo mejor de nosotros y siempre hay tiempo para la alegría... Pues debe ser pero a mi, que este año ando un poco menos alegre, echo un vistazo a mi alrededor, me doy un garbeo, y lo que menos veo son motivos para celebrar.

No quiero ser aguafiestas pero cuando el 26% de nuestro pais está en el umbral de la pobreza, más de dos millones de niños pasan hambre, con casi 6 millones de parados y con este sistema capitalista haciendo alarde de una usura desmedida, celebrar, lo que se dice celebrar, hay poco que celebrar.

Eso si, nos vamos a quedar encantados con que el recibo de la luz "sólo" nos suba un 8% después del susto de habernos amenazado con el 11%. Chico, menos mal!! Casi pagamos un 3% más!! Menos mal que está el salvaguarda de la democracia y la justicia social, ese partido que nos cobija de los demanes del mercado y que en un alarde de honestidad, colaboran con los jueces para que la justicia, esa que es ciega, pueda trabajar sin obice, valladar o cortapisa.

Es cierto que han hecho leyes que igual son un poco restrictivas, pero poco eh, que somos unos exagerados. Al fin y al cabo, sólo nos multan si gruñimos en la calle por esa cosa llamado derechos sociales o, en el caso de las mujeres, por decidir sobre aspectos tan personales como el derecho a parir. No importa que el niño venga un "poquito" malformado porque estos chavalines van a proporcionar a las madres y a sus hijos las ayudas necesarias para que puedan vivir su discapacidad con dignidad. Bueno, siempre tendremos la tele atroz de programas "contraneuronas", el fútbol y esa actividad tan simpática, de nueva creación, que es el "pilla pilla al gay desprevenido", y ya de paso, le jodes un rato por antinatural.

Pues eso, que es tiempo de Navidad y celebraremos cosas como que seguimos vivos, no estamos enfermos, tenemos trabajo y follanos cuando nos viene en gana y nos dejen. Aunque sigo pensando que hay poco que celebrar.... Eso si, en estos días voy a hacer un repasito, como todos los años, a este 2013 que se pira... Balance de momentos y personas, lo mejor, lo peor y lo inadvertido. Balance para mejorar, para modificar y para eliminar, pero sobre todo, para reservar sonrisas, magia y amores para el 2014.  Pues nada, Feliz Navidad.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Hay personas que no debieran irse y otras que no deberían volver


Son pequeñas reflexiones que se tienen cuando pasas un fin de semana estupendo con personas que has conocido en un momento muy concreto y que se descubren como una parte importante de tu vida. Puede parecer mentira pero es posible la amistad verdadera con gente con la que has compartido poco tiempo pero intenso, como en el Camino de Santiago.

Son personas sin egoísmo, de ahí el valor de su compañía porque sabes que si te la brindan es porque te quieren, no porque te necesitan; personas que te ven cómo eres en realidad y no por lo que seas capaz de aportar. Son personas que se preocupan por ti, que están a tu lado aunque estén lejos, que tienen una palabra amable y una sonrisa que regalar… y todo eso sin grandes alardes, ni fanfarrias, ni espectáculos circenses. Puede parecer pastoso, pero es real.

Cuando coincides con este tipo de personas no puedes dejar de pensar que hay gente que está en tu vida y que no debiera irse, léase mis peregrinos que andamos todos desperdigados, y otras que amenazan con volver y no deberían. Esas son las que no enriquecen tu vida, ni te hacen crecer, ni te hacen ser mejor…, teniendo en cuenta que todo esto deberías hacerlo tú sin necesidad de que otro te ayudara. Pero sí que es cierto que existen personas que, solo con hablar con ellas, tu día es un poco mejor y puedes crecer y enriquecerte con mayor facilidad.

Pues esos son mis peregrinos, todos ellos de los distintos caminos. Y a todos les estoy profundamente agradecida porque siempre que les veo, vengo con más fe en el ser humano. Esa misma fe que otros, de manera insistente, te van queriendo quitar y que, si te despistas, te pueden dejar en bragas.

Ellos y mis amigos, Ficus, Mirja, Momo, Raúl, Noema, Cris Cris, Anita, Bartolo…, son mis tesoros, con los que siempre cuento y los que nunca fallan. Ellos son los que nunca debieran irse aunque se tenga que marchar. Que a veces se marchan.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Miradas

Lo que miras y como lo miras define y delimita tu realidad. Son las miradas las que llenan de contenido tu día a día y terminan por ser las responsables de tus sentimientos, de tus pensamientos.... De tu vida.

Te enseñan a leer, a escribir..., te enseñan a sumar, a restar y a hacer cálculos infinitesimales. Pero no te enseñan a mirar. A mirar aprendes con los años, seleccionando, observando y cometiendo errores, muchos errores... Aprendes a mirar en silencio y en silencio descubres que significa lo mirado. 

Quien me conoce sabe que no creo en el amor. Alguna vez vengo con un ataque endocrino y se me escapa dos o tres ideas peregrinas que, en cuanto vuelvo a mirar, desaparecen. No creo en el amor. Cierto. Pero miro con los ojos del corazón y cuando miras con esos ojos todo tu universo se tambalea, te sacude y tienes dos opciones, o sales corriendo, o luchas. 

Decidí hace mucho tiempo que iba a luchar y, de una manera casi conscientemente inconsciente, iba buscando compañeros de viaje. Por prueba-error, muy científica la cosa, han ido entrando y saliendo gente de mi vida. Era sencillo. Muestras una imagen y preguntas que ves. De la respuesta siempre dependía si la persona se quedaba más allá de una etapa, de dos o llegaba al final del camino.

Cuando vas por la calle Serrano, popular calle madrileña, y lo que te devuelve la mirada son ofertas, rebajas y moda, pasando por alto los cada vez más "sin techo" que pueblan prácticamente cada esquina, ya me adelanta que esa persona no puede o no quiere ver más allá. Si es lo primero, tiene un problema. Si es lo segundo, el problema lo voy a tener yo.

Es cierto que me canso de ver injusticias. De personas que tienen que elegir entre tratar su enfermedad o dar de comer a su familia, de los que no han nacido con las mismas capacidades y se les quitan la capacidad de sobrevivir con dignidad. Me canso de ver desahucios, parados, y malos tratos. Me cansa profundamente ver como se destruye la adecuación para facilitar la permanencia de unos borregos que buscan en la violencia soluciones a problemas que ninguno de ellos ha creado. Me canso. Es cierto. Y es posible que por eso busque otras miradas más simples, más de capa. Y cuando me encuentro esas miradas, esas que no invitan a luchar, que sólo quieren mantener su "status quo", las que sólo aspiran a una compañía que disfracen esas soledades compartidas mostrándolas como si fuera amor.., cuando me las encuentro no puedo dejar de mirar su mirada y comprender que no es y que nunca será.

La mirada, esa que te devuelve la realidad por la que luchar, es la base de un amor que no se bien cómo sentir y del qué es mas fácil no creer. Seguiré mirando como siempre he mirado y para no parecer tan rara, como mucho, fingiré ver que no lo he visto... Como mucho.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Y sin embargo..., la dirección


El pasado 18 de octubre acudí a un nuevo estreno de la compañía Réplika Teatro. Esta vez con una obra de esas de calado que te dejan el alma en suspenso y la cabeza en proceso de pensamiento. Iba a escribir que ligera. Pero no. Todo un texto lleno de matices, requiebros y ajustes emocionales de uno de los clásicos del teatro internacional: Chejov. “La gaviota” era la obra en cuestión y la apuesta arriesgada de una compañía que arriesga, que gana con la apuesta y que el día que ponga en marcha una comedia, me la como a besos.

Pero a lo que iba. La obra, en cuatro actos, te da un revolcón de buen hacer escénico así de primeras. Fantástico el ritmo inicial y los actores. Desde el principio se vio que el trabajo actoral iba a estar a la altura del texto pese a que al ser estreno, y esto lo saben bien quien interpreta, el trabajo está aún tierno sin llegar al punto. Así dicho parece que hablo de un churrasco, pero no.

Reconozco que trabajar estos personajes es complicado. Chejov tiene esa puñetera retorcida manía  de escribir personajes poliédricos de mil aristas que no hace más que abocar a los comediantes a un pozo de inseguridades. Por ejemplo. Nina. Así de primeras es una chica inocente, llena de sueños que se enamora de un madurito de éxito que la abandona una vez satisfechas sus necesidades carnales e intelectuales -  esa pobre excusa de meterse en la mente adolescente para conocerla en profundidad y poder escribir al respecto cuando lo que quiere es beneficiarse a una criaturita con ganas de fama y teatro-. Pero no. Nina tiene la fachada blanca y los entresijos grises tirando a amarillo verdoso. Juega con los sueños mientras maquina como alcanzarlos con todas las armas disponibles. Es Heidi y Lolita a la vez. Niña y mujer. Virgen y zorra. Básica y complicada. Intelectual, cazurra, soñadora y realista al mismo tiempo. Un personaje complicado que Beatriz Grimaldo ha conseguido construir dando simultáneamente todas estas pinceladas. Sin duda, es de lo mejorcito de la obra cuando termine de ajustar dos detalles de precisión.

Kostantin o Kostia, a elegir si la relación entre personajes lleva implícitos más o menos situaciones emocionales, es un personaje igual de complicado que Nina. A caballo entre el amor maternal y el odio generacional, Kostia se mueve entre la necesidad de reconocimiento de su madre y la independencia de la figura materna. Oscuro la mayoría de las veces, es solo en el primer acto donde su amor por Nina, por el teatro y la necesidad de demostrar su talento, desprende una luz que poco a poco se va convirtiendo en una bruma gris y espesa donde Raúl Chacón saca lo mejor de su trabajo. Solo un pero. La voz. Me hubiera gustado ver su frustración, su odio, su desesperación sin necesidad de apoyarse en una modulación vocal que le aleja, en algunas ocasiones, de la esencia del personaje. Otro ajuste necesario pero que, pese a todo, Raúl y Beatriz logran hacer una composición magistral que en el último acto eclosiona como tal fuerza que revuelca al espectador en una verbena de emociones.

Irina. Actriz de fama y tacañona hasta decir basta. Con ese glamour que las divas llevan puesto hasta en la cama, se debate entre sus propias inseguridades y sus obligaciones como mujer y madre. Enamorada hasta límites vergonzantes, no duda en arrastrar su ego para no dejar escapar al hombre que será el último tren de su estación. Socorro Anadón me ha pegado algún susto con la voz pero su presencia en muchas partes de la obra transmite, sin necesidad de palabras, todos los matices de un personaje que termina por provocarte las ganas de bajar al escenario y darle 5€ para que le compre un abrigo al niño.

De lo que más me ha sorprendido ha sido el trabajo Manuel Tiedra. Me lo esperaba más plano y ha logrado convencerme de que ese tío achacoso, medio moribundo, prácticamente frustrado, del todo rijoso y con un amor desmesurado por su familia, existe. Convincente. De Rebeca Vecino siempre espero lo mejor y siempre me lo encuentro. Sobria, ajustada al carácter del personaje. Sin un gesto de más ni un movimiento de menos. Ceñida al traje de Masha como un tatuaje. Tan convincente que verla casada con un calzonazos con ínfulas de hombre –Daniel Ghersi saca petróleo de su texto- te deja con ganas de sacudirla y no volverle a enviarle un WhasApp nunca jamás en la vida.

Y ahora toca la dirección que siempre se nos queda en el tintero cuando hablamos de un estreno. La dirección, esa cosa que nadie entiende, que nadie nota y de la que muy pocas personas hablan. La dirección. Pues bien, la dirección es de Jaroslaw Bielski y la adaptación de la obra también. De primeras te da un caramelo al que se le va el sabor en los dos siguientes actos para terminar con dulzor de paladar persistente y ganas de más. Sí. Ritmo y tensión al principio. Perfecta puesta en escena al servicio de una declaración de intenciones que se desvanece en otros dos actos en los que a veces cuesta mantener la atención. Sin embargo, en el último acto se reconcilia con Chejov y con el público y nos ofrece una lección “magister” de como dirigir teatro.

De lo que más me ha gustado de su trabajo es que consigue una coreografía perfecta de los personajes, como en una orquesta donde son el conjunto de los instrumentos, y no el instrumento individual, lo que dan sentido a la obra. Es capaz de, en esa común sinfonía, hacer que destaque cada uno de los actores sin por ello perder la relevancia del resto del elenco. Y esto es difícil, eh! Como difícil es trasladar al espectador la progresiva angustia que se va desprendiendo del texto según va pasando el tiempo. La transformación de los personajes, lo angosto de su universo, lleno de miedos y frustraciones, la oscuridad de un espacio donde se combate a muerte y donde la vida tiene poco valor. Y lo consigue abriendo el interior de la casa con los movimientos de una estructura que termina por anular un espacio, el jardín, donde la vida y las ilusiones iba y venían con fluidez. ¡Bravo!

 Esta vez no se me ha escapado la dirección como no se debe escapar la oportunidad de disfruta de tanto talento. Y una petición: ¿qué tal para la próxima un comedia ligera así para que nos despejemos de tanta realidad? Gracias

Información de la obra. Réplika Teatro

lunes, 23 de septiembre de 2013

A veces....


A veces, solo a veces, la vida nos manda un mensaje tan contundente que es difícil ignorarlo. Por mucho que te hagas la sorda, te afilies al partido autista, vayas silbando mirando al techo o escondas la cabeza bajo el brazo de quien corresponda, el mensaje llega se instala y te deja mirando “pa Tudela”, por poner un ejemplo.

Son esas “cosinas” que la vida te tiene reservadas, que te sorprenden, que no sabes como manejarlas y que tardas tiempo en etiquetarlas… tardas, porque te emperras en que todo aquello que no decides de manera consciente, racional y lógica, no debe de ser bueno ni para la digestión. Pero, hete aquí, que la vida, en su inmensa sabiduría (ay que joderse con los conocimientos) te echa el alto, te pone el cartel en las narices y te invita a cambiar de camino. Cambiar, he ahí la cuestión.

Hace poco -mejor dicho-, hace nada, alguien a quien me ha tocado querer sin yo quererlo, está pasando por uno de esos trances de cambio existencial que te sacuden el alma de la misma manera que el bolsillo (lo digo por la cantidad de pasta que inviertes en libros de autoayuda, psicólogos, cenas con los amigos o cañas a deshoras). Y, la verdad es que no me sorprendió. Visto desde fuera era obvio que tanta resistencia tendría como resultado esos movimientos convulsos que nos dejan “pal arrastre” y que conllevan esas últimas reticencias al cambio. Cambiar de vida, de punto de vista vital, de prioridades, de quereres, de amistades, de pareja, de sensaciones…, de todo eso que te ata a un pasado que no ha funcionado, que te ha desviado de tu camino, que te ha convertido en una más, que te confunde y te engancha a malestares incurables, es un proceso doloroso, incomprendido, a veces no deseado y, sobre todo, desprevenido. Pero hay que hacerlo, y ves esa necesidad en los otros de una manera clara y meridiana…, pero en ti, no.

Así que, observando esos centros al área de la vida en campo ajeno, esas canastas desde la otra cancha que no es la mía, me ha dado por pensar que yo también debo estar en un proceso de cambio porque me levanto con esas ganas irresistibles de emprender cosas y alejar gente. Y te das cuenta de esas veces que te sientas en “esesofáquepareceuncampodefutbol” mientras escuchas, que te diría yo, a Renata Tebaldi, pones pausa en la lectura de un tratado de Antropología y descubres que (atención a la frase) para que vas a tratar a alguien con prioridad si te trata como opción. Y es entonces cuando, en el fragor de la superfrase, en esa exaltación por la ocurrencia narrativa te das cuenta de que has empezado un proceso de cambio que ya es de todo punto imparable. Con las mismas, sigues leyendo el libro y farfullas una frase: “pues que les den”. Y te quedas, con las mismas, más ancha que larga.

Me han dicho que cuando no hay resistencias al cambio y te dejas fluir se te pone el cutis terso como si lo hubieras metido 15 minutos en el congelador. Me parece exagerado, pero sí que se nota otra expresión en la cara y, sobre todo, en la mirada. La tienes, no se, como más brillante, más clara, más limpia. Se te pone una de esas miradas que iluminan y enganchan. ¡Qué se lo digan a la del cambio que se le va pareciendo la mirada a dos faros halógenos!

Pues eso, que no deben de ser tan malos los cambios estos cuando le dejan a una buen cuerpo y mejor jeta.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Así empieza mi próximo proyecto de teatro... "Rask Sharki"



"Mi nombre es Afaf que significa castidad. Creo que mi padre eligió ese nombre para poder hacer un buen matrimonio. Si mi nombre era castidad y la castidad es lo más valorado en una mujer musulmana…, perdón, no he dicho que nací bajo el credo del Islam en un pequeño pueblo de Marruecos… soy de pueblo.., de pueblo marroquí y mi familia es de pueblo.., de pueblo marroquí, sobre todo mi padre que es muy de pueblo y muy marroquí y para él las cabras son importantes, como buen hombre de pueblo y marroquí. Se que cuando nació mi hermano fue el día más grande para mi padre. Un varón, un hijo, un hombre que pudiera pasar a otra generación el nombre de la familia. En mi hermano vio el futuro, grandes leyendas contadas de padres a hijos, hazañas de buenos musulmanes, orgullo, honor… pero cuando nací yo, lo que vio fue.. cabras, muchas cabras, montones de cabras que le darían mucho dinero y posición en la aldea. El día justo de mi nacimiento, me miró los pies, las orejas, las manos y calculó el número de cabras que podía negociar. Cuando salió de la habitación, donde mi madre aún sufría por el alumbramiento, se dirigió directamente a casa de Hamed, el que más cabras tenía en el pueblo y concertó mi matrimonio con su futuro hijo. Yo valgo 38 cabras y una hectárea de terreno. Algo nada despreciable para la economía local.

¿He dicho futuro? Mahmud, mi futuro marido, nació diez años después de tan lucrativo negocio con una belleza aceptable, belleza que fue desapareciendo con el paso de los años. Al cumplir diez ya no se sabía a que especie pertenecía y su inteligencia, algo que no desapareció con los años porque nunca hizo acto de presencia, tampoco le otorgaba ningún valor añadido. Era feo y tonto, agresivo como una alimaña y cabezón como un buey. Y ahí estaba yo, con mis 20 florecidos años, paseando junto a mi prometido de 10, con la belleza de un trol y la inteligencia de una anémona. Tenía que huir. Eso me decía Mustafá, el mufti del pueblo a quien debo la capacidad para leer, entender y conocer misterios más allá de los lindes de la aldea. Él me enseñó los misterios de la lectura con los que descubrí mundos lejanos y culturas extrañas…, cuando tuve edad para darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor empecé a no entender por qué Mustafá me dio privilegios solo reservados a los hombres…, yo creo que era maricón… pero fue mi madre quien me dio el pasaporte para una nueva vida.

Ella me puso en contacto con mi yo más íntimo, me enseñó los secretos del éxito, me dio la oportunidad de saber manejar los hilos de mi vida. Ella me dijo, mueve el vientre, enloquece a los hombres, hazte indispensable a las mujeres y vete de aquí. Y eso hice. Ahora estoy en Madrid dirigiendo una pequeña academia de danza del vientre después de 3 años de peregrinación por los bajos de los camiones de ferias. Ahora soy la maestra del Rak Sharki e intento trasmitir mis conocimientos a través de una danza milenaria que sirve, esencialmente, para llevar a la práctica la teoría del “polvo pendiente”…."

martes, 3 de septiembre de 2013

Res ipsa locutorum


Tendemos a darle demasiada importancia a las palabras que, en muchas ocasiones, contradicen a los hechos. Se nos llena la boca de sujetos, verbos y predicados sin tener la precaución de confirmar que lo que decimos y lo que hacemos no sea lo contrario lo uno de lo otro. Y si nos da por echar un vistazo alrededor, en la mayoría de los casos, muchas de las personas que nos rodean tienen esta fea costumbre. Me explico.

Normalmente suelo darle poca importancia a este tipo de contradicciones porque, a lo largo de mi vida, me he ido topando con gente que me decía una cosa y hacía la contraria y ando en este asunto acostumbrada. Recuerdo una panda que su constante era “te amo”. Daba igual la situación. Te veían y a los dos minutos te soltaban la frase que, por otra parte, valía para todo bicho viviente, bípedo o cuadrúpedo. Pero de la que te despistabas, te dejaban como un trapajo a poco que se aburrieran o te salieras del rail. Del “te amo”, a “puta loca enana” iba un espacio tan largo como un suspiro sin mediar más causa que el aburrimiento. Hay otra variedad, el silencio, y en este caso se agradece porque por lo menos no te ofende la inteligencia la falta de ella en sus palabras.

El caso es que la comparanza de este tipo de personas que me ha venido al magín con las que, “Deo Gratias”, forman parte de mi vida a día de hoy es lo que me ha provocado este revoltijo de palabras que, sin duda alguna, irán acompañadas de sus correspondientes actos. Debe ser porque me voy acostumbrando a la coherencia de la gente que hace y dice lo mismo y desacostumbrándome a la hipocresía de quienes dan tanto valor a sus palabras como a las personas a las que van dirigidas.

En el Camino, lo que decimos y lo que hacemos van de la mano. Lo que vemos es lo que hay. Lo que decimos es lo que hacemos. Esta es la grandeza del camino y de quien lo hace. Que si nos preocupamos por quien camina a nuestro lado, se lo decimos y actuamos en consecuencia. No decimos “te quiero” cada kilómetro pero nos paramos para esperar al que va más lento. No “nos amamos” cada hora, pero no dejamos solo a quien va sufriendo.

Lo mismo que mis amigos, los de siempre y los de nueva adquisición. No nos decimos que nos amamos a todas horas pero nos vamos demostrando el amor a cada instante. No hacemos lo contrario de lo que decimos porque lo que decimos y los que hacemos se complementa. No usamos las palabras para usar a las personas, ni usamos a las personas cuando estamos aburridos, solos o necesitados. No hacemos nada de eso porque nada de eso es necesario. Me he acostumbrado a lo bueno y ahora me chirría lo mediocre.


“Res ipsa locutorum” o, lo que es lo mismo, “los hechos hablan por sí mismos”. Lástima que todavía haya gente que piense que con las palabras se puede seguir engañando al personal. Solo se engaña a quien quiere ser engañado y el engaño solo dura lo que dura la necesidad. Como diría mi abuela, “tanta paz lleves como descanso dejas”.

viernes, 30 de agosto de 2013

Quien no conoce historia…


Llevamos días bajo la amenaza latente de una intervención internacional en el conflicto de Siria. Lejos de aprender de los errores del pasado, estos líderes y lideresas mundiales siguen insistiendo en reproducirlos y volver a crear un campo de minas en mitad de Oriente Próximo. Obama debería haber aprendido la lección que le dejó Bush tan a mano en vez de echar gasolina a un fuego que ya se mantiene por sí solo. Parece como si todo presidente norteamericano necesitara su guerra al final de su mandato. Como una tradición, vaya.

Pero quien crea que en Siria el conflicto tiene que ver con algo parecido a las ganas de libertad que suponemos ha provocado la Primavera Árabe entre la población o con una revolución social de profundidad ciudadana que recorre desde Egipto hasta el Líbano, está de punto a punto equivocado. En Siria no hay nada de eso. En Siria se dirime la supervivencia de una etnia secularmente vejada y maltratada: los alauíes.

Para quien no lo sepa, aproximadamente el 90% de la población musulmana –que no árabe- es de creencia sunita. El 10% restante, unos 100 millones de personas, es de creencia chiita. Los primeros son ortodoxos, los segundos más hippies. Aquellos siguen a Mahoma directamente y los segundos a Alí, su yerno. Por dar más datos, y para alumbrar zonas oscuras de vuestro conocimiento, cuando hablamos de Al Qaeda, los salafistas o los Hermanos Musulmanes, nos referimos a la rama más radical del Sunismo mientras que, por otra parte, cuando lo hacemos de Irán y sus Ayatolás, lo hacemos del Chiismo. ¿Y el Alauismo? Pues esta etnia surgió en el siglo X del Chiismo con una serie de diferencias en sus creencias y liturgias. Por ejemplo. Tienen en común, como todo el mundo musulmán radical, que la mujer sirve para lo que sirve. Básicamente para parir y ser el objeto de placer del hombre. Bueno, también se la usa para hacer la comida, trabajar como un camello o cuidar a los hijos. Pero tienen diferencias a la hora de desarrollar su fe. Por ejemplo, a la prohibición de comer cerdo suman la de comer carne de liebre –esto se me escapa, la verdad- pero si pueden mojarse los labios con vino. Ojo. Solo los imanes, el resto no. No rezan en mezquitas, más bien se lo montan en casa y tienen un libro sagrado al margen del Corán, al que complementan, en el que las mujeres veneran a los árboles y arroyos. Solo las mujeres, los hombres no se sabe. Esto debe ser por algo que han comido en su origen que les ha provocado mutaciones genéticas. En resumen. Por estas diferencias, los sunitas les tacharon de apóstatas y se dedicaron durante siglos a vejarlos, humillarlos con especial predilección por intentar exterminarlos. 

Pero hete aquí que llegan los occidentales y, como tenían que sacar provecho de los países que ocupaban, se apoyaban en las minorías perseguidas para mantener el control sobre sus intereses. En Siria, los franceses y rusos se apoyaron en los alauíes, no confundir con la dinastía alauita de Marruecos, y lograron que una familia de esta etnia, los de Bachar al Asad, se hiciera con el poder bajo una sospechosa pátina de modernidad. A día de hoy, para no perder su poder y volver a ser objeto de persecuciones, se dedican los angelitos a masacrar a esa otra parte de la población que no comulgan con sus creencias.

En definitiva. Las ganas de expansión del Islam, una máxima desde su creación no se sabe bien cuando, ha chocado con la memoria histórica de aquellos que han sido durante siglos perseguidos por salirse religiosamente del guion. Si a esto añadimos los intereses de mercado internacional, la necesidad de dar salida a los excedentes de la industria armamentística, esa tradición de reciente instauración de los presidentes norteamericanos sean republicanos o demócratas, la obligatoriedad de todos de proteger al Estado de Israel y la estupidez  y desconocimiento del ser humano, tenemos esta medio guerra medio conflicto por el que nos rasgamos las vestiduras cuando leemos según que titulares.

A Siria se llega, como siempre, tarde. En Siria llevan meses matándose los unos a los otros frente a la incapacidad manifiesta, una vez más, de la ONU cuyos trabajadores trabajan hasta las tantas para que según qué países se pasen por el forro sus resoluciones. Pero ahora sí. Ahora hay que intervenir, lo diga la ONU o no, porque se han usado armas químicas contra la población indefensa y bla bla bla.., y yo me pregunto, ¿el que se muere por arma química es más muerto que el que lo hace por un fusil? ¿Tiene más valor? Los que han muerto por mortero, bazoca o misil tierra aire, ¿no cuentan en las sumas y restas de la comunidad internacional?

Perdonad la mala leche, pero es esa hipocresía de hacer distinciones entra las víctimas será lo que, a la larga, hará que se vuelvan a cometer los mismos errores. Y por cierto. Quien no conoce historia no tiene conciencia social y está condenada a repetirla. Solo para aclarar el título de esto que al final ni idea de por qué lo he puesto.


Hala ya me he desfogado. Ya si eso en el próximo post nos echamos unas risas.

lunes, 26 de agosto de 2013

“Po no lo hemos comío”. Camino dixit


Los que habéis hecho conmigo el camino entenderéis esta frase. Los que no, como con tantas otras sensaciones y emociones, os sonará lejano, extraño y fuera de contexto. Algo así como “esta tía ha perdido la cabeza” o “ya vuelve la chiflada de Santiago”. Sí. Ya he vuelto. He terminado, llegado a Santiago, abrazado al Apóstol, llevado los deseos de mi gente madrileña y cumplido con la tradición etílica de fin de Camino.

Este año, como en anteriores, te traes a buena gente en la mochila –eso nunca falla-, miles de imágenes de recuerdo –otra constante- y “cienes” de pensamientos, buenas intenciones y ganas de cambio. Como cada año, el camino te abre y llegas con esa sensación de que estás conectada, que el equilibrio universal existe, que todo tiene sentido, que las señales te adelantaban “noseque de nueva vida”… Como cada año, el camino te transforma para volverte a transformar al cabo de pocos días…

De repente llegas a Madrid y empiezas a notar el vacío de la gente que has conocido, del cansancio, los madrugones, ronquidos y risas. Notas como echas en falta las cervezas de final de etapa y, aunque te tomes otras tantas lejos de Santiago, ya no te saben igual…

Cuando regresas, al poco tiempo, se te escapan a borbotones las vivencias del camino y te refugias en el WhatsApp, rebuscas en las fotos o miras la compostela no religiosa que te has ganado esperando encontrar algo de esa magia del camino. Y entre rutinas y decepciones (indefectiblemente aparecen) van pasando los días esperando que llegue pronto otra oportunidad de caminar.

Pero aunque parezca que el Camino es efímero y no permanece en nuestras vidas, estáis de punto a punto equivocados. Pese a que algunos efectos pueden no durar tanto como nos gustaría, hay otros que permanecen. El Camino te aporta la capacidad de otorgar el beneficio de la duda a personas que apuntan maneras pero también la facilidad para retirarlo antes de que los estragos acaben con tu salud mental. Caminar te deja esa sensibilidad para reconocer a la buena gente apartando a la tóxica que, de esto no cabe ninguna duda, termina siempre contaminándote la vida. El camino te da esa mirada clara, de lejanía, de horizonte, donde ya sabes donde no quieres ir y a dónde quieres llegar y, sobre todo, el llegar a Santiago te aporta esa amistad cómplice –lo siento por vosotros gentuzilla porque os ha tocado soportarme- que se mantendrá ya de por vida.

Por eso, esta entrada es para vosotros. Los que me habéis acompañado este año en el Camino y los que lo hicisteis en el pasado. Lo entenderéis bien, sin explicaciones, sin acotaciones al margen porque, como cada año, este Camino…. “Po no lo hemos comío”. Buen Camino!!!!

martes, 30 de julio de 2013

No tomarás el nombre de Manuela en vano


No sé si os ha pasado alguna vez que, mirando la tele, te quedas pegado cual garrapata observando los anuncios intentando descifrar su mensaje. Siempre he pensado que los spots dicen mucho de un país y de sus gentes. Baste con echar un vistazo a los nuestros y darse cuenta que solo aquí tomamos tinto de verano desde una azotea pretendiendo ver el mar, vendemos inmuebles por el arte de un genio de la lámpara o soñamos plácidamente mientras otros, a golpe de pedal, se esfuerza por llegar a la meta. Me refiero, claro está, a los anuncios de productos patrios, no a los que nos venden las grandes multinacionales que hacen “tábula rasa” y nos tratan a todos como borregos descerebrados.

Pero hay uno que me ha dejado, literalmente, con la boca abierta y el culo cerrado. El 250 aniversario de la Lotería. Quizás sea este el que más y mejor muestra como somos y como hemos formado nuestro país. Dice la cosa que si tienes sueños, lotería. Y, hoy mismo, escuchando la radio me han colado la cuña publicitaria entre la caja negra del tren y la declaración del maquinista. Venía a decir algo así cómo que en un país lejano muchos se afanan por diseñar las mejores zapatillas y en España, literalmente, “millones de jóvenes esperan ese día para encargar las zapatillas de todos los colores posibles y saltar como locos en la discoteca que han montado con el dinero de la lotería”. Pues sí. En España soñamos con tocarnos los bajos mientras que en otros países se afanan en trabajar. Se potencia los sueños, el ocio, la buena vida, frente al trabajo. Se premia la ley del mínimo esfuerzo, se aspira a trabajar poco y ganar mucho y se envidia al que se aprovecha del curro ajeno para subir en la escala social. Ellos son los triunfadores y los que trabajamos, unos pringados.

Esta es la España que la publicidad explota. La España del aprovechado, del listo, del que se busca la vida para hacerse rico por encima de consideraciones éticas bien sea comprando lotería, menos esfuerzo ya no puede haber, bien estafando en los negocios, “negocillos” o negociazos. Somos la España del que dice hacer el Camino de Santiago mientras le llevan la mochila de albergue a albergue (eso sí, con argumento incluido de que aquí se viene a disfrutar no a sufrir… Tócate el mismísimo parrús!). Somos el país de las soluciones de sobremesa, de las críticas de sofá y de las movilizaciones futboleras. Este es el país que a la publicidad le gusta mostrar porque es el país fácil de manejar, de vender, de engañar y de manipular.

Este país publicitario es donde las relaciones se construyen sobre juegos y egoísmos, donde las verdades son mentiras encubiertas y donde, lo he leído en el twitter hace nada, el silencio forma ya parte de la presunción de inocencia. Somos un país donde se ha desarrollado de manera natural la burbuja inmobiliaria, y a nadie le ha extrañado; donde los dirigentes nos roban a manos llenas, y aquí no pasa nada, y donde actividades como la investigación tienen menos valor que el asesoramiento político y bastante menos precio. Somos la España que sale a la calle cuando gana la selección no sé qué campeonato, haciendo de oro a jugadores y demás mandatarios futboleros, y se queda en casa mientras les quitan unos derechos que no sabían ni que tenían. Así les gusta mostrarnos y, en una amplia mayoría, así somos. Y los que así no somos, vamos cansados de ser los mismo pringados que todavía creen en cambiar las cosas mientras el resto te mira con condescendencia pensando que eres un pobre iluso que sueña, sin loterías, con tener cosas imposibles.

Y para colmo voy yo y tomo el nombre de Manuela en vano. Yasmina, mil perdones. Te dije que te iba a resarcir y así lo hago. Nunca más volveré a hacerlo. Manuela será siempre el nombre de aquella tarde en la tienda de Ficus donde las risas por congelación se multiplicaron con la llegada de Manuela. Quizás en otro post os cuente la historia si Manuela, mi Manuela, me lo permite.

Me voy al Camino pero la mochila, me la llevo yo. 

viernes, 19 de julio de 2013

De Manuelas y bocaitos al alma


Llevo pensando un par de día como guionizar un videoclip de un tema de una amiga, Ara Musa y ya os invito a que compréis su nuevo trabajo “Bocaítos al alma”, que habla del amor. Yo que no creo en él y que de manera recalcitrante, cansinos los colegas y demás especímenes, me viene con el intento de convencer. Unos para que vuelva a creer, otros para demostrarme que existe y alguna que otra para que caiga en ese pozo negro y profundo de lo que no es más que una reacción química producida y recogida en el cerebelo. Dicho sea sin acritud, claro está.

Pues eso, que llevo un par de día dándole al magín para ver si salía algo digno, que no caiga en el babeante tópico de los que dicen te quiero a boca llena mientras te observan con cara de vaca mirando al tren. Y la verdad, se me ocurren pocas cosas y las que se me ocurrían tenían tanto que ver con el amor como un político con la honestidad. Debe ser, me dije, porque no has empatizado adecuadamente, no has buscado la esencia del amor…, y claro, dicho esto, reto al canto a mi intelecto. ¿Cuál es la esencia del amor? Si existiera, vamos a otorgarle el beneficio de la duda, ¿en qué consistiría?

Creo, y puedo estar equivocada, que esta cosa del amor debería ser algo así como una mezcla de cuarto y mitad de risas, medio litro de lágrimas enjugadas, 200 gramos de abrazos tiernos, una pizca de besos entre apasionados y dulces (yo prefiero salado porque por gustarme, me gustan más los chopitos que el chocolate) y todo ello rociado con grandes dosis de intercambio de sudor tántrico y salvaje (ya si eso os explico en que consiste el sexo tántrico en otro post). Dicho así, incluyendo la parte de libertad y respeto, hasta podría ser interesante y me podría dejar vencer y convencer. Pero claro, ahora toca ir una paso más allá y analizar que falta o que sobra de todos estos ingredientes si fuera yo la destinada a enamorarme.

A todos los ingredientes, sí y añadiría: que me provoquen intelectualmente. Fundamental. Necesito una buena conversación casi como un polvo imprevisto. Aclaro. Una buena conversación, no una conversación. Hablar para decir estupideces me enferma, me sale “sarpullición” en todas las partes de mi cuerpo. Hablar para que me dejen pensando, para que me rebatan y me den la vuelta como a los calcetines.

Que jueguen. Básico también. Que hagan de cada cita un juego donde lo que más me importe sea robar un beso. Pero claro, con talento. Si abusan del “polvo pendiente” me aburro y miro para otro lado perdiendo el interés. El punto justo de habilidad para quedarme con ganas sin perder las ganas de quedarme.

Con todo y con eso, todavía tendría mis reservas para dejarme mecer en los brazos de Cupido, que al ser tan pequeño sería complicado. Pero sí que me podría dejar convencer que la cosa esta del amor existe y fructifica. De hecho, y para que nadie piense que no doy oportunidades, tengo una apuesta con una colega a que me encuentran un bicho afín del que me enamore. Que no sea por no poner de mi parte.

¿Y lo de las Manuelas del título? Es como un aviso. Las Manuelas son aquellas que coleccionan amores como quien colecciona sellos de correos. Son cantidad pero no valen para la filatelia. Tienen color pero carecen de valor real porque esos amores, no son más que amores de ilusión barata. Así que es un aviso porque, como me decía mi madre, Dios castiga sin dar palos. Y entre que no creo en Dios y no creo en el amor, igual sufro un castigo divino de esos de dimensiones bíblicas y termino arrastrada en el fango de la estupidez. Vete tú a saber si después de tanto ingrediente voy y el único cóctel que me tomo es el que me sirven las Manuelas. Quien corresponda no lo permita.

sábado, 8 de junio de 2013

Entre el "zalmorejo" y la alhambra


No seria difícil elección a sabida cuenta que uno es comida y otro bebida. Sería sencillo si fuera capaz de reducir a la mínima expresión y significado las ganas de uno y de otro. ¿Hambre? "Zalmorejo". ¿Sed? Alhambra. Pero no. La cuestión es más complicada que todo eso. No porque sea "así como rara", que lo soy, sino porque me cuesta disfrutar de lo uno sin lo otro. Es como el chupa Chus y el palito, el camino y las botas o el Orgullo y Chueca.., bueno, esto a estas alturas y con esta gente de ayuntamiento, como que ya no.

Reconozco que rara vez, exceptuando si ando por tierras andaluzas, puedo disfrutar de ambos. Situación que se convierte en uno de esos pequeños placeres que te reserva la vida sin aviso previo y sin pasar factura..., bueno, sin pasar otra factura más que la de la propia consumicion. En esos momentos el stress, las tensiones, las preocupaciones se quedan escondidas y silentes mientras dura el tiempo que va de comerse el "zalmorejo" a bebérse la alhambra. Sí, soy básica, simple, imperfecta. Me pones un "zalmorejo" y una alhambra y se me acaban las ganas de gruñir, de intelectualidad y de debate. Encefalograma plano pero feliz. Con cara de vaca mirando al tren. Feliz... A falta de tarta de queso con frambuesa para hacer el completo y llegar al nirvana... Pero eso, ese postre divino, es otra entrada del blog.

Y los que a veces os da por leer este blog y repetir, que se que sois unos cuantos, no os preguntáis ¿que me ha dado a la cabeza que ando escribiendo sobre algo tan simple como una sencilla comida y una cerveza en vez de hacerlo sobre las pensiones (ya llegará ya), las triquiñuelas de las farmacéuticas para sacar negocio de la enfermedad (verás cuando me meta con ello) o la insoportable levedad de eso que llaman amor y que no pasa de ser una reacción química producida en el cerebelo?

Pues os lo voy a contar, mira tu por donde. Resulta que en Madrid hay dos sitios que me vuelven loca. De esos que cuando entras dejas los malos rollos fuera y simplemente disfrutas, que encuentras buena gente dentro y fuera de la barra y que siempre andas buscando huecos y excusas para repetir. Uno es La Berenjena y el otro El Pellizquito. En uno ponen alhambra y en el otro un "zalmorejo" que quita el "sentío". Y no es justa tanta dificultad. ¿Por qué, oh dioses, tengo que elegir entre ambos? ¿Por qué no puedo disfrutar de ambos sin tener que elegir entre uno y otro? Sufro. Ellas no se dan cuenta pero sufro.... Y no puedo. Me tienen entre ambas el corazón partió y el estómago, como las vacas, dividido.

Y eso que no digo ordinarieces como: ve al local y si dices "orcozalmorejo" u "orcoalhambra", te invitan. Que hasta ahí podríamos llegar. No, sólo quiero unificar y que tengas ambas lo uno y lo otro... Aunque igual, si lo consigo, me va a costar más decidir. ¡Que se yo! Estoy indecisa....

miércoles, 20 de febrero de 2013

Un mundo sin palabras no nos volverá mudos, sino ciegos



Desde que he leído esta frase genial de Juan José Millás, lleva rondándome la cabeza con ganas de ampliarse. Lo primero que me ha salido es una apostilla en la creo firmemente: en función de la cantidad y calidad de las mismas podrás ver más o menos, con más o menos claridad y tu Universo será más o menos amplio. Bien. Dicho queda. Y hasta ahí puedo leer…, o mejor dicho, escribir.

La verdad es que estaba contenta. Volvían las palabras a alborotarse y a querer salir. Bien, buenas noticias para mis amigos que no hacían más que pincharme para que volviera a escribir. Y aunque la excusa siempre ha sido el volumen de trabajo, lo cual es cierto, el verdadero motivo es que no escribía porque no tenía muchas cosas que decir. Meditando sobre esta idea me di cuenta de que quizás he perdido el placer de la escritura como acto generoso de compartir esa faceta poco conocida de mí misma (Me dice mi Cris Cris que soy muy “padentro”, y si ella lo dice…) pese a que he descubierto y ampliado el recurso de la escritura como herramienta para compartir información y conocimientos. En otras palabras. Se me ha escondido la capacidad de escribir lo que me sale del corazón versus lo que me sale de la cabeza. Escribo sobre comunicación, política, lenguaje, periodismo, antropología (preparándome para matricularme el curso que viene y así voy adelantando), incluso economía… escribo todos los días con estilo, con oficio, porque esto de escribir es un oficio.., escribo para informar y concienciar pero no escribo ni para amar ni para llorar. Lo primero porque no creo, lo segundo porque no me sale. Pero tampoco escribo para expresar lo que siento sin tener que ponerle voz. Escribo porque tengo que escribir no porque quiera hacerlo.

Así que, así las cosas, cuando la frase de Millás me regaló una apostilla tan breve me dio un vuelco el corazón pensando que las palabras atrapadas tenían ganas de salir. Pero no. Solo fueron unas pocas rebeldes que quería coger aire, el resto sigue durmiendo entre algodones y almohadas, en la quietud de un corazón relajado y silente.  Y claro, después de analizar la frase me entró la angustia sobre la posibilidad, no de quedarme muda, sino ciega. ¡Muda ya estoy! Pero no porque no tenga palabras, muda estoy porque no quiero sacarlas, porque no me sale hacerlo. Pero eso no me impide ver y comprender lo que me rodea, eso no me hace ciega a los sentimientos. Me hace “padentro”, como dice Cris Cris, porque después de ver y analizar mi entorno, no tengo nada más que añadir. Quizás porque antes, con las palabras, quería acariciarte el alma y ahora, con su ausencia, lo que quiero es ir borrando huellas.

Es posible que esté dando demasiada importancia a las palabras cuando lo realmente importante es el silencio, ese que nos resulta incómodo y que parece solo la ausencia de sonido. Como dice un refrán castellano, por supuesto cervantino, somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. A lo mejor, después de tanto trajín de verbos, lo que me pasa no es que me pueda quedar ciega o sorda de tanta ausencia lingüística. A lo mejor, lo que me pasa es que ahora soy libre, verdaderamente libre.