miércoles, 8 de febrero de 2012

modo "on" de grito


Definitivamente, lo reconozco, soy hermética. Rara vez exteriorizo mis emociones o, mejor dicho, las exteriorizo de modo muy distinto al común de los mortales. De hecho, me dice quien sabe de esto, lo que me pasa es que padezco de alexitimia, esto es, incapacidad para expresar y comunicar emociones. Y debe ser verdad porque me cuesta la misma vida andar aireando mis entresijos.

Cuando el personal moquea por una película, una situación vital adversa o cualquier otra emocionalmente comprometida, suelo responder de dos maneras: o pongo distancia a través del silencio, porque no entiendo esa respuesta o directamente enseño el colmillo, porque me cabrea tamaña demostración de debilidad. Sí, debilidad. Han leído bien. Debilidad. El llanto, las lágrimas, los mocos a granel, esas manifestaciones absurdas de dolor público, me ponen enferma. No lo puedo evitar.

Por eso es tan difícil seguirme el paso. Quien me quiere de verdad, me conoce, me intuye a distancia y sabe como llevarme. Saben de mis silencios y de mis ausencias y en ambos, saben estar cerca porque son conscientes de que es así como suelto el llanto. Son pocos, pero elegidos.

Me dice una buena amiga que hay que ser muy valiente para llorar en público. No lo niego. A mí me parece estúpido e inútil. Pero no lo voy a discutir, esa es su opinión y para gustos... Aún así reconozco que he cambiado. De hecho, si vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que he evolucionado bastante. Hasta antes de ayer me parecía estúpido llorar. Sin más. Lo de inútil vino después, en un intento de compensar mi bordería. Esto es cuestión de tiempo. Igual dentro de nada me veo con el moco colgando yo también. Ya lo dudo, pero quien sabe…

Pero a veces, dentro de mi alexitimia, necesito estabular mis emociones. Canalizarlas, encauzarlas, hacerlas públicas de alguna manera. No se. Gritar. Soltar un aullido, lanzarme con la bici ladera abajo y liberar tensión. Algo que me contenga las lágrimas en su cubículo y me permita soltarme sin pasar por la aduana de las jaquecas, los ojos hinchados y la nariz taponada. Pero que ese algo sea inmediato, que no espere a tener que ir al monte a aullar o correr a dos ruedas. Algo rápido y efectivo. Como un modo “on” de grito virtual.

Sería perfecto que las redes sociales permitieran este desahogo con tan solo un click sencillo, un botón como el “me gusta” del Facebook o el RT de Twitter. Algo indoloro, elegante, con la efectividad de lo público y la intimidad de lo privado. Algo “ad hoc” para que me permitiera expresar mis sentimientos sin la desagradable sensación de debilidad que, indefectiblemente, lleva cosida al bies. Sería estupendo y muy saludable. Me ahorraría discusiones y dinero.

Hoy sería uno de esos días en los que necesitaría un modo “on” de grito virtual. Las malas noticias a los amigos en el trabajo es lo que tienen, que te descosen los bajos del ánimo y te dejan con las ganas de salir corriendo. Es lo que llaman responsabilidad, donde se toman decisiones que van más allá de los quereres. Algunos lo llaman madurar, otros evolucionar… da igual, hoy me siento como una manzana a punto de demostrar la ley de la gravedad.