lunes, 18 de noviembre de 2013

Hay personas que no debieran irse y otras que no deberían volver


Son pequeñas reflexiones que se tienen cuando pasas un fin de semana estupendo con personas que has conocido en un momento muy concreto y que se descubren como una parte importante de tu vida. Puede parecer mentira pero es posible la amistad verdadera con gente con la que has compartido poco tiempo pero intenso, como en el Camino de Santiago.

Son personas sin egoísmo, de ahí el valor de su compañía porque sabes que si te la brindan es porque te quieren, no porque te necesitan; personas que te ven cómo eres en realidad y no por lo que seas capaz de aportar. Son personas que se preocupan por ti, que están a tu lado aunque estén lejos, que tienen una palabra amable y una sonrisa que regalar… y todo eso sin grandes alardes, ni fanfarrias, ni espectáculos circenses. Puede parecer pastoso, pero es real.

Cuando coincides con este tipo de personas no puedes dejar de pensar que hay gente que está en tu vida y que no debiera irse, léase mis peregrinos que andamos todos desperdigados, y otras que amenazan con volver y no deberían. Esas son las que no enriquecen tu vida, ni te hacen crecer, ni te hacen ser mejor…, teniendo en cuenta que todo esto deberías hacerlo tú sin necesidad de que otro te ayudara. Pero sí que es cierto que existen personas que, solo con hablar con ellas, tu día es un poco mejor y puedes crecer y enriquecerte con mayor facilidad.

Pues esos son mis peregrinos, todos ellos de los distintos caminos. Y a todos les estoy profundamente agradecida porque siempre que les veo, vengo con más fe en el ser humano. Esa misma fe que otros, de manera insistente, te van queriendo quitar y que, si te despistas, te pueden dejar en bragas.

Ellos y mis amigos, Ficus, Mirja, Momo, Raúl, Noema, Cris Cris, Anita, Bartolo…, son mis tesoros, con los que siempre cuento y los que nunca fallan. Ellos son los que nunca debieran irse aunque se tenga que marchar. Que a veces se marchan.