viernes, 19 de diciembre de 2008

End of the year

Como cada año, ya como una tradición, hacemos repaso de lo vivido durante los 365 días pasados. Nos sentamos, al abrigo de los villancicos, los buenos deseos y las copas.., sobre todo las copas ¡qué le vamos a hacer!, y comenzamos un viaje al primer día del año que termina, en algunos casos con más ganas de olvidarlos que de mantenerlos en la memoria, para ponerle la debida etiqueta. Son de esos días tontos que te da por pensar y hacer balance, ¡fíjate tú que ganas de analizar!, y terminas por etiquetar lo que no necesita etiquetas o no se las pueden poner.

Si a grandes rasgos el año ha tenido más cosas buenas que malas le damos un “vale, no nos podemos quejar” y esperamos que el que entra sea, por lo menos, como el que se fue. A veces nos conformamos con poquito no sea que la ventura nos de la espalda para el año nuevo en cuestión. Si ha sido al revés y le otorgamos un “vaya un año de mierda a ver si termina de una puta vez”, esperamos que no se repita y se lo deseamos a nuestro indeseable más cercano. Nuestras buenas intenciones no se apagan ni en Navidad. Claro que también queda el año magnífico donde nos ha tocado la lotería, nos han subido el sueldo, hemos encontrado al amor de nuestras vidas, nos hemos librado por los pelos de un accidente o hemos sido padres o madres por acción directa de la naturaleza. Es decir, un año mágico donde todo lo bueno que podía ocurrir, ocurrió y todo lo malo que nos podía pasar, pasó sin hacer ruido. No hay que ser Séneca para darse cuenta que este tipo de años se prodigan con poca gente aunque, que nadie se equivoque, el año es el mismo para todos, como tú lo quieras vivir hará de él algo digno de recordar o de olvidar.

Pero sea el año que termina bueno, malo o regular, lo que sí deseamos es que el siguiente sea mejor. Los brindis con cava los hacemos para mejorar y, no solamente eso, sino para erradicar todas las malas energías de nuestro alrededor que, en un alarde de estupidez, creemos que son las responsables de nuestro males, cuando los únicos responsables somos nosotros y las energías que seamos capaces de irradiar. Pero claro, antes darle una colleja al otro antes que asumir lo que nos corresponde en la parte de las miserias. Las glorias ya nos las quedamos enteras.

Así que hoy tengo uno de esos días tontos que te da por pensar y me he sentado con un café, las copas ya me las tomé ayer, con Puccini, de los villancicos paso y he estado analizando este 2008 que ya “anda y que le den” en breve. Empezó siendo un Annus Horribilis y termina siendo un Annus Magníficus. Comenzó con varias patadas directas al hígado y a otros órganos vitales y acaba rehabilitándome hasta de mí misma. Se inició sin ganas de escribir ni mi nombre y al final se está montando una obra de teatro. Empezó con pérdidas emocionales.., bueno, no se puede perder lo que nunca se tuvo, y termina con ganancias en el corazón. Ha tenido de todo como en botica y si tuviera que ponerle una etiqueta sería algo así como “regular tirando a feo con final bello tonalidad chanquete”. Nada absoluto.

Pero, como siempre, lo mejor de este año ha sido mi gente, la que me quiere y a la que quiero, la que ha estado y con la que he estado, la que no se ha ido, la que se ha quedado. Ficus, ¡que decir!, es mi hermana. Tantos años cerca que no entendería mi vida sin sus rizos y sus cáctus, bonita me tiene las manos de tanto trasplantar, plantar y colocar. Mirja, mi alemana favorita, mi capricornio del alma, mis grandes conversaciones en inglés, mi amor por su amor a Ficus. La pequeña inmundicia, Raúl, un preciado y precioso regalo que nunca me cansaré de agradecer al universo dejarme ser su amiga. Le amo, punto y tengo ganas de que haga ese “Dulce de Leche” que ya estoy rescribiendo y que esta vez, te lo juro, ni los piojos van a poder con él. A Momo, Patri, una flor delicada, un corazón enorme, mi niña, mi cosa, mi amiga. La actriz que espero haga esos “Crótalos” cuando venga de Irlanda. Ganitas de ver tu magia. Babu, Marta, mi pequeñuca, el pequeño bichito, mi baby querida, mi Ley de la Atracción y mis conversaciones sobre ese equilibrio cósmico que siempre nos da en plena cara. A mi clan, mi manada, mi familia siciliana, mis amigas, por las que daría cualquier cosa y de las que estoy orgullosa y agradecida de que estén cerca. Es un lujo que te quieran y una suerte quererlas. Raka, Celia, Rocío, Lisa, Lu, Gaby y Eva. Eduardo y Nuria, mis actores de “los Viernes” y que han terminado siendo amigos y confidentes. Seres llenos de talento que me dejan poner en sus labios tanta palabra rara. Al final, me dan la mano para que no me pierda entre tanto vericueto del teatro. Mis colegas y compañer@s de comunicación, que siempre han estado ahí y que tiran de mí para que no deje este sector social del que he salido tan desencantada como horrorizada. Carmen Jiménez, Chelo, Roberto, Ester, Fermin, Alberto y Elvira. Se nota el compañerismo, la profesionalidad y la calidad humana. Y a las últimas sorpresas del año, las que han aparecido al final de la jornada, a Pipi, Silvia (esa zorrilla trasto con la que es un placer montar pollos), Jose, Javi, Ana, Au, Paz, Lola, Mj, Pilar, Victoria y Natalia quizás son las inesperadas bandas que ornamentan un año que, como se puede ver, ha sido mucho mejor de lo esperado.

Todos ellos han estado en los buenos momentos, eso es fácil, pero en los malos también. Solo deseo que el año que viene sigan estando, ya me encargaré yo de que no se vayan, y que no dejen de tejer ese encaje de vivencias que sirve para valorar el que viene con una sonrisa en los labios. Los años, el tiempo que vivimos, son la gente con la que compartimos, las cosas que programamos, los “quereres” que regalamos y la salud que no perdemos. Los años son amor y si hay mucho amor, los años siempre son buenos. Este año termina con “gloria in excelsis deo”, mucho más de lo esperado. Os quiero.