viernes, 2 de noviembre de 2012

Todo pasa, todo llega.., todo permanece



El marqués de Lampedusa hizo decir a uno los personajes de su obra "El gatopardo" que "si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Esta paradoja enunciada por el autor italiano se adoptó en ciencias políticas como el "gatopardismo" o lo "lampedusiano", resumida en una frase mucho más conocida: "todo tiene que cambiar para que nada cambie". 

En esencia viene a decir que existen políticos, movimientos que inician revoluciones en las que se quiere cambiar sólo la estructura superficial del poder conservando, intencionadamente, los elementos esenciales del mismo. Mucho me temo que estamos viviendo dentro de este supuesto y no porque haya una parte de la ciudadanía que no quiera un cambio profundo, sino porque hay una inmensa parte que no piensa y unos pocos se aprovechan de ello.

Vivimos en una sociedad vaga, ignorante e inmovilista. A esta sociedad le han enseñado que la vida es bella si gana tu equipo de fútbol, si tienes una hipoteca adecuada a los intereses de tu banco, si puedes tener más cosas que tu vecino y si los fines de semana tienes el dinero y el tiempo suficiente para la cogorza de rigor. La vida puede ser excelsa si, además, las vacaciones las pasas en unas islas de nombre impronunciable y en Navidad puedes comer las típicas gulas con el "an" delante. La vida, tu vida, es como debe de ser si sin darte cuenta crees que con una papeleta decides el futuro de tu país y mantienes un cierto orden social al que perteneces. Y la verdad es que ni decides, ni disfrutas, ni mantienes nada que no sea los privilegios de unos pocos que dejan que creas un sueño que te dejan soñar. O sea, que tu vida es una pesadilla que para cuando quieres despertar ya está destrozada.

Vivimos en una crisis de dimensiones cósmicas. Existen casi 2 millones de hogares cuyos miembros, todos ellos, están en el paro; cada día se producen más de 500 desahucios y el dinero se utiliza en rescatar bancos y no personas. A estas alturas, la sanidad, la educación y la justicia empieza a ser un artículo de lujo y la investigación una actividad a realizar en otros países. La subida del IVA ha convertido a los pañales en un bien al mismo nivel que un Ferrari y la cultura.., bueno, la cultura es una actividad que ya no existe a no ser que se haga casi en la clandestinidad... Y lo que se nos ocurre es montar una huelga general Italo-portuguesa-española de un día para sacar músculo frente a los "otros", esos "otros" que sólo esperan como sacar partido de la situación.

Esto es como cuando tienes ese tipo de relaciones intermitentes, que nunca están pero nunca se pierden, que no sabes muy bien por que permanecen y que pase el tiempo que pase seguirán en tu vida aunque no lo quieras. Hasta qué no se haga un cambio profundo, ahí estarán, pendientes del hilo de un tweet, de un post o de una coincidencia. Vinculadas sine die, sin la energía o las ganas para eliminarlas.

Esto es igual que esas relaciones. Podemos iniciar revoluciones guiadas por "gatopardos" que sólo cambiarán la estructura superficial manteniendo a conciencia los elementos esenciales. Movimientos que hacen que parezca que la situaciones cambian cuando lo único que cambia es la apariencia de una situación que permanece rentable para los mismos.

Me perdonen pero habría que hacer como en estas relaciones: buscar cuál es el elemento que las sigue perpetuando y eliminarlo o asumirlo... Porque a lo mejor lo que queremos es eso, asumir esta relación con unos pocos cambios. Las cosas de la crisis.


viernes, 12 de octubre de 2012

Todo por un sello (II)


Reconozco que desde qué el boludo de Daniel nos mandó esa caricatura de extraños personajes con ampollas en los pies y cara de iluminados, cada vez que ando con ganitas de camino la busco, la miro, cierro los ojos y vuelvo a caminar con ellos hasta que se me pasa el chungo de la añoranza. El tiempo de observación suele variar pero las ganas de volver al Camino, son cada vez más frecuentes.

Cuando se me escapa la mirada y desconecto del exterior, quien me conoce sabe que ando lejos, posiblemente con una mochila y un palo subiendo un puerto. Lo saben. Sí. Pero no lo entienden. Y es difícil explicarles que tiene el Camino que atrapa a tanta gente, tan distinta y tan poco común. Es como el chiste: ¿qué hacen dos argentinos, dos italianos, un alemán, una belga, dos abertxales, dos catalanes, una andaluza, una gallega y dos madrileñas en un pueblo de 300 habitantes un verano a las 15:00 de la tarde? Respuestas varias. La más cercana sería, tomando cervezas y planeando los 45 kilómetros del día siguiente... ¡A pie! Bueno, sé de una que lo haría reptando, pero esa es otra historia gondolera...

Y no puedes dar una respuesta lógica a la ilógica razón de caminar cada día más de 30 kilómetros, madrugón puesto y cansancio asegurado, para llegar a una ciudad símbolo de una fe que no tenemos y cumplir con un rito que no practicamos. Pura esquizofrenia. Pero lo hacemos. Felices como niños, disfrutando cada segundo, echándonos de menos sin habernos ido y buscando razones para explicar que caminar, sólo caminar, es lo que nos mueve. Y no es cierto.

No es sólo caminar. No es dar un paso detrás de otro. Es mucho más que el lento movimiento de avanzar impulsado por las fuerzas de tus piernas. No. No es sólo caminar. Es compartir, respetar, cuidar, comprender.., es la máxima expresión de la generosidad, la sinceridad y la amistad. Es saber que aunque camines solo no estas solo y que cuentas con alguien que te cuida, te respeta y te quiere, sin grandes alharacas ni estridencias, sin esperar nada a cambio... Algunos a esto lo llaman amor, yo no creo en el amor, pero si existiera semejante cosa sería exactamente esto: la ilógica razón de caminar.

Ahora, con el otoño encima, con esa realidad tóxica y este ambiente de violencia. Con las sempiternas injusticias que tan recalcitrantemente se empeñan en perpetuar. Entre gritos, caceroladas y golpes de antidisturbios es cuando más miro esta caricatura de aquellos extraños personajes que les dio un verano por caminar. Y cuando lo hago, más convencida estoy de empezar una nueva etapa vital, lejos de tanto ruido, en la paz del Camino con un albergue peregrino y un refugio para perros.

Es simplemente caminar y facilitar que otros lo hagan. Pero sobre todo es escapar de lo que no te hace ser mejor persona, de la gente tóxica que te enferma y de mentiras y engaños que solo sirvieron para alejar. Es acabar un capítulo donde la gente que estaba lejos siga estando muy lejos y la gente que está cerca continúe estando muy cerca. Es cerrar una casa llena de memorias olvidadas y abrir otra nueva para crear nuevos recuerdos. Es eso, cambio, evolución..., algo sencillo, al alcance de todos. Es simplemente vivir y caminar.., sobre todo caminar.

  

jueves, 30 de agosto de 2012

¡Todo por un sello! (I)


Caminar por caminar es que es tontería pero nosotros, los peregrinos, caminamos simplemente por caminar... Bueno, exactamente por caminar solo no. Caminamos por un sello. Me explico. 

El Camino de Santiago tiene como fin llegar a Santiago de Compostela a pie o a caballo, ahora también en bici por aquello del progreso, para lograr indulgencias divinas. Desde el siglo VIII, millones de peregrinos se han lanzado al camino desde distintas partes de Europa para conseguir el perdón, purgar sus pecados, alcanzar la vida eterna a golpe de zapatilla... La verdad es que la cosa no ha cambiado mucho desde entonces. Este año ha tocado el Camino del norte, desde Ribadesella (observese que son 420 km a pata) y en este camino, menos por las indulgencias, se ha caminado por todo.

Caminar. Dar un paso detrás de otro. Caminar. Engullir kilómetros. Caminar. Con ampollas, con tendinitis, con contracturas, con calor, con lluvia... Pero caminar. Como diría Daniel, ese boludo argentino: "los peregrinos, esos tipos locos que son felices si después de caminar 35 km encuentran un sitio en un suelo cubierto para dormir". ¡Y todo por un sello! Eso lo dijo Sergi, en un momento de exaltación en el Monte do Gozo. A 5 km del final. Con la emoción supurando la mochila, con la alegría de llegar y la tristeza de finalizar...

Un sello de mierda de una institución en la que, ninguno de los que hemos coincidido en el camino, cree. Vamos, que si nos dicen en nuestro curro que caminemos cada día una media de 30 km (muchas veces han sido 40 y algunas hasta 45) denunciamos al jefe por acoso laboral. 

Y lo normal es preguntar por que caminamos. Por que cada año miles de personas se calzan las botas, cogen una mochila y se ponen a caminar. No hay una respuesta única. Cada uno lo hace por un motivo distinto. Se cual es el mío: porque el Camino es el único lugar del mundo en donde puedo ser yo misma. Sin tener que mantener el tipo, sin estar obligada a responder a cualquier pregunta. En el Camino puedo ser débil, falible.., puedo dejar de pensar y de buscar respuestas. En el Camino nadie espera grandes cosas de mi, solo caminar, y solo por eso, están a mi lado. 

Este año he llegado a Santiago con lo mejor del camino: con un puñao de tipos locos felices por dormir en el suelo después de 35 km caminando. He llegado, y no por este orden, con Angela y Daniel, con Simone, Luca y Jenny, con Irene, con Monica, con Merche y Sergi, con David, Adele, Michael, Bárbara... He llegado con la patas hechas mierda, cansada, dolorida... Pero feliz.

En este Camino he descubierto que el teatro se me ha escondido y no se donde, pero me sale el relato, la prosa, las palabras peregrinas que no necesitan ponerse en pie con grandes alharacas. Así que iré escribiendo sobre lo mejor del camino: mis peregrinos. La gente con la que me ha tocado caminar hasta Santiago y con las que, en algunos casos, seguiré caminando muchos kilómetros mas.

La serie "todo por un sello" empieza con esta entrada. No se sabe donde llegara... Pero se que cada uno de ellos, de mis tipos locos, tienen palabras que me salen a borbotones. Es lo que tiene caminar por un sello, que te reencuentra con tus musas y con la fe en el ser humano... ¡Buen Camino!

lunes, 6 de agosto de 2012

La llorona



Cada uno llora como quiere... o como puede. Muy pocos los hacen mientras ríen, otros se le escapa el llanto entre bambalinas.., los más se conforman con hacerlo a lágrima viva y algunos, tampoco tantos, entre palabras escritas. Pero sólo unos pocos elegidos lloran mientras cantan, como la eterna Chavela, y convierte el llanto en melodía.

Dicen que Chavela ha muerto. Yo no me lo creo. Chavela no muere. Puede que se haya escapado de tanto ruido y se haya ido a cantar a una esquina de su bulevar de los sueños rotos. Pero dicen, esos que tanto saben, que Chavela ya no vuelve. No. No es cierto. Solo se esconde para poder susurrar canciones al oído de la luna mientras el sol duerme. Si Chavela se hubiese muerto, se hubieran borrado la banda sonora de tantas vidas, como la mía, y se hubiera quedado huérfano el misterio. No. Chavela no ha muerto. Chavela no muere, solo está esperando el último trago de tequila.

Pero Chavela está lejos, ahora que hace falta más que nunca su melodía. Ahora, cuando los pocos se hacen fuertes contra muchos, cuando los milagros no salen de las Iglesias de las que nunca salen. Justo ahora, cuando vamos perdiendo las fuerzas en batallas ya perdidas.., Chavela se esconde. ¿Donde se nos queda Macorina? ¿A quién lloraremos la Llorona? ¿Con quién tomaremos el último trago? O que Paloma Negra soltará al aire Piensa en mí...

Dicen que quiso irse en México después de despedirse de Madrid. Dicen que se le quedó atrapada el alma en esta taberna latinera, entre Rastro y Chamberí, y que vino a buscarla para estar entera. Para irse completa. Vino, recogió lo suyo, marchó y se fue.

Hay personas que debieran ser eternas y quedarse entre nosotros para siempre. Chavela se ha ido pero no muere. Chavela vivirá por siempre en cada pensamiento que la piense, en cada melodía que la cante y en cada verso que la recuerde. Hasta siempre Chavela.

martes, 31 de julio de 2012

Mil Gracias Alteza por preguntar sobre la seguridad en Madrid (Alberto de Mónaco, claro)



El otro día viendo la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, me dio por hacer un pequeño juego de imaginación y me propuse visualizar una posible ceremonia en España si Madrid hubiera logrado ser sede olímpica en aquella disputa con Londres. Si hubiéramos ganado y, dicho sea de paso, se nos hubiera ocurrido la misma idea del “garbeo histórico” de nuestro país y la aportación al resto del mundo, los sucesos y protagonistas hubieran sido otros. Para hacer este alarde hay que ponerse en la piel de los dirigentes actuales y en su bien demostrada capacidad para trasladar al mundo entero la fotografía en movimiento de España. Terminé malita pero lo conseguí.

Nosotros, por ejemplo, no tenemos un James Bond que guarde las espaldas reales en este tipo de ceremonias, pero en este caso hubiera dado lo mismo, sacamos a relucir a Torrente y sus “pajillas” y con eso copamos nuestra parte de héroe nacional. Sin participación regia, por supuesto, que no veo yo al rey prestándose a esas tomas cinematográficas…

En cuanto al logro histórico, se me viene al magín la sempiterna hazaña del descubrimiento de América, pero claro, a ver como explicamos al mundo que: primero, fue de casualidad; segundo, conquistamos a varias naciones precolombinas con un puñado de borrachos, griposos y sifilíticos (estaría feo para los países latinos) y, tercero, aportación, aportación…, tanto como aportación, pues tampoco, porque aquella “hazaña” no benefició en absoluto el devenir de la humanidad como la Revolución Industrial. De hecho, no le hubiéramos podido poner una batucada de banda sonora a la representación de la cosa esta histórica sino que hubiéramos tenido que tirar de repertorio catequista o, como mucho, gregoriano católico y polifónico… ya estaba viendo a esos hombres desembarcando de una carabela, cruz en ristre cantando salmos… Bueno. Era una opción.

Música. Veréis, es que frente a los Beatles, a los Rolling, a Mike Oldfield y Queen, por poner unos ejemplos tontos, lo hubiéramos tenido una poco más difícil porque, a los diseñadores del espectáculo no se les habría ocurrido tirar de Granados, Falla, Albéniz o, si me apuran, al maestro Rodrígo. Para la ocasión que mejor que los temas de la Pantoja, Paquita Rico o, como mucho, Raphael y Julio Iglesias. Proyección internacional. Moda de modas y sentir musical.

¿Y en cine? Pues “Marcelino, Pan y Vino”, “Currito de la Cruz” o “Las Chicas de la Cruz Roja”. Se hubieran pensado, durante un minuto nada más, “Bienvenido Mr. Marshal” pero lo hubieran desechado por exceso de talento, como Almodóvar (a este también por “raro”), Menen o Amenábar. Del teatro ni hablamos, nicho de rojos pensantes. Pasamos por encima de Calderón, Lope de vega, Poncela y Maura… si acaso algo de Arniches y ya… que tampoco el teatro es que nos vaya a definir en el exterior.

¿Qué mas nos falta? ¡Ah, si! La tele… Un repaso por… espera que ya lo tengo… por, este… como era el nombre… si hombre, ese programa que ponían y que… cachis, memoria tengo oiga…. Bueno, cuando me acuerde lo digo…

Al final, ya veía yo una ceremonia llena de toros de lidia, orgullo patrio símbolo de valentía y tradición, donde esos animales de casta reciben el homenaje de morir lenta y dolorosamente, mientras se desangran en la arena, para el solaz de los verdaderos españoles y olé… bueno, un momento, igual esto habría que tamizarlo un poco porque hay países pelín amariconaos que tanta bravura puede herir su sensibilidad. La India, por ejemplo… uy no, que en la India no son los toros, son las vacas… bueno, mejor lo dejamos en un paseíllo torero marcando paquete para que se valore mundialmente los atributos de los españoles.

Hasta aquí llegué. En este punto apagué la tele y me fui a dar un paseo. Después del ejercicio solo me quedaba dar las gracias a SAR el Príncipe Alberto de Mónaco por aquella pregunta sobre la seguridad en España si volaban a Madrid los trigésimos Juegos Olímpicos de la era moderna. Aquella cara de Gallardón y aquel cabreo nacional que, estoy segura, se ha tornado en una ola gigante de agradecimientos. Alteza. Gracias, gracias y mil veces gracias.

viernes, 20 de julio de 2012

¿Pero quién c...o ha votado a esta gente?


Después de las multitudinarias manifestaciones del 19J, de ver que millones de españoles (ojo, contabilizo toda España aunque en Madrid ya éramos el millón) se echaban a la calle en contra de unos recortes que dejarán a nuestro país en pelotas de derechos y libertades, me asaltaba una pregunta que creo se hacen muchas personas. ¿Pero quién coño ha votado a esta gente?

Con los datos en la mano, pura estadística perversa, lo ha hecho el 44,62% de total de votantes, que no de electores. Me explico. El censo electoral, esto es, el total de españoles con derechos a voto residentes o no en España, es de aproximadamente 35.5 millones (fuente del INE). El PP, logró casi 11 millones, lo que significa apenas el 30% del total. El por qué tiene esa aplastante mayoría absoluta que usa con total desprecio de las instituciones democráticas, tiene que ver con el sistema de distribución del voto de un matemático llamado Víctor D’Hont (se podía haber metido su puta regla más allá de los límites del según que partes del cuerpo). Básicamente, esta ley viene a distribuir los escaños entre los partidos que hayan sacado más del 3% de apoyos (lo único que se mide con el censo real) y se ordena de mayor a menor los votos obtenidos, dividiendo consecutivamente entre 1 y el número de escaños de cada circunscripción para ir realizando la proporción. Un lío. Con lo que se puede dar, y se da la circunstancia, que en distritos como Cataluña un partido saque más escaños que otro con el mismo número de votos. Curioso, ¿no?

Pero siendo esto como poco discutible, no es la cantidad de personas que les han votado, sino la “calidad” de las mismas.

Me apasiona la historia, no solo porque lo apasionante de las edades pasadas, sino porque te permite hacer una radiografía rápida del país en el que vives. España, y los españoles, hemos sido históricamente un país de zoquetes, pese a que siempre ha habido excepciones que confirman la regla. Y en un país de zoquetes, léase aquellos que no piensan y ni ganas tienen de hacerlo, suele ocurrir “zoquetadas” de las que con tanta profusión salpican la historia de España. Para que nos hagamos una idea. En toda la historia de nuestro país, solo ha habido tres momentos en los que hubo un intento más o menos serio por dar al pueblo herramientas para pensar, léase, cultura y educación: Carlos III (siempre dentro de las limitaciones del propio contexto histórico), la II República (ya se encargaron los de siempre de que no prosperara) y las primeras legislaturas del PSOE (por aquello de la educación pública y el impulso a la cultura). Fuera de estos tres momentos. Nada. Monarquías absolutas, despotismo ilustrado, dictaduras y mayoría absolutas de corte dictatorial. Sistemas de gobierno para beneficio de unos pocos en detrimento de la mayoría.

¿Y ahora? Pues ahora, después de años de educación pasada por las faldas de la Iglesia, por los programas infames de la tele y por el desprecio sistemático a la cultura, la España de hoy, como siempre salvo honradas excepciones, es en un 30% votante del PP. Son personas que ven bien, y hasta aplauden, que a personas de otra nacionalidad, sin cumplir los trámites burocráticos de residencia, se les retire, pongamos por caso, el tratamiento oncológico y se les deje morir. Son aquellas que se informan por el Marca, el AS o, esto me lo enviaron hace poco como fuente fidedigna de información, La Reina de Corazones (SIC), y piensan que están informados de lo que verdaderamente preocupa a un país. Son aquellas que siguen viendo el maltrato animal, léase las corridas de toros, como parte de nuestro acervo cultural, se enorgullecen de la tortura y lo venden como tradición de rancio abolengo. Aquellas que piensan que cualquiera puede ser periodista o actor a poco que salgan pegando aullidos en televisión y acostándose con los más “granado” de la sociedad. Son en definitiva, las que acuden golpe de pecho en ristre, a jalear al Papa de Roma mientras juzgan, maltratan, odian, excluyen, castigan y reprochan al resto de la sociedad que no es “como Dios manda”. Son el 30% de la sociedad que con sus votos van jodiendo al 70% restante gracias a un sistema electoral injusto, ineficaz y perverso.

¿Quién coño ha votado a esta gente? Pues estos han votado a esta gente. Y lo más paradójico de todo es que la mayoría de ellos no se van a beneficiar de las medidas que adoptan sus líderes porque, en resumidas cuentas, a sus líderes lo que les importa de ellos es su voto.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Pareidolia existentencial


El otro dia me tope con esta palabra casi de manera casual. Después de años sin saber de ella -¡ay lo que son las cosas!- volví a encontrarla escondida, medio tímida, en un reportaje sobre psicología.... Ya ya, podría haber estado leyendo sobre moda pero me aburre lo mas grande. Así de rara soy. 

 Es de estas palabras de las que te enamoras nada mas leerlas, como dirían los amantes del amor, a primera vista. Sin condiciones, para toda la vida. Pues eso fue lo que me pasó cuando puse mis ojos en ella y me devolvió el significado literal que hizo que reflexionara mas allá de lo políticamente correcto. Me explico. Para quien ni lo sepa, una pareidolia es un fenómeno psicológico consistente en que un estimulo vago y aleatorio es percibido erróneamente como una forma reconocible. Por ejemplo. Una nube que se nos parece la cara de Dios (malamente porque a Dios no le hemos visto la cara nunca), caras en la cara redonda de la luna, rostros demoniacos en los humos de las torres gemelas que se desploman, caras de amores en las matriculas de los coches (esto no lo entiendo muy bien)... Incluso voces que pronuncian tu nombre mientras desayunas un buen tazón de colacao (bueno, esto es que ya estas fatal)... Es decir, imaginaciones, procesos de engaño de la mente sometida a deseos no satisfechos... Ago falso, ilusorio, una mentira auditiva o visual... Y me dio que pensar. ¿Que pasaría si tuviéramos pareidolias existenciales? Es decir, ¿si viéramos una realidad que no existe, si pensáramos que el amor nos persigue o que nos aman sin condiciones?

 Hay personas que se empeñan en ver señales de triunfo en símbolos de fracaso por el solo hecho de no querer ver que se han equivocado... O quizas por no poder verlo... La vida te manda señales. Si. Pero hay que saber interpretarlas y no vale con que esa interpretación sustente una visión falsa de la realidad. El autoengaño no sirve mas que para aumentar la frustración. Si las cosas no salen, ni como has pensado ni aproximado, piensa que igual el camino no es el correcto. Darse cabezazos contra la pared, malgastando talento y energías, lo único que va a hacer es que pase el tiempo, se agoten las ilusiones y se termine de viviendo de unos recuerdos inventados y exagerados. Cuando uno intenta ser el rey tuerto en un reino ciego, donde las adulaciones son fruto de la ignorancia y del desconocimiento, no es que el triunfo sea la única opción, es que se tienen miedo de intentar triunfar en un mundo vidente donde se corre el riesgo de perder un ojo... En esa nube que se ve desde el suelo no está la cara del éxito sino la de la mediocridad. 

Cuando uno ve el amor, me van a perdonar si no tengo mucha fe en él, en cada sonrisa amable con deseo de trasfondo o necesita tener a cualquiera al lado porque no sabe estar solo o no tiene la suficiente seguridad en si mismo como para saber que cualquiera no vale para cualquier cosa. ¿Son todas estas situaciones pareidolias existenciales? Mucho me temo. Porque en el fondo necesitamos ver esa cara en las nubes, oir ese nombre en el desayuno o notar esa sensación de triunfo en un mar de fracasos. Y al final, por mucho que te jures y perjures, ante estas situaciones sigues estando al lado de quien no comprendes como puedes seguir queriendo, para intentar tener una luz en alto tipo faro no vaya a ser que con tanta realidad inventada, se me vayan perdiendo por el camino. Otra pareidolia existencial.

miércoles, 8 de febrero de 2012

modo "on" de grito


Definitivamente, lo reconozco, soy hermética. Rara vez exteriorizo mis emociones o, mejor dicho, las exteriorizo de modo muy distinto al común de los mortales. De hecho, me dice quien sabe de esto, lo que me pasa es que padezco de alexitimia, esto es, incapacidad para expresar y comunicar emociones. Y debe ser verdad porque me cuesta la misma vida andar aireando mis entresijos.

Cuando el personal moquea por una película, una situación vital adversa o cualquier otra emocionalmente comprometida, suelo responder de dos maneras: o pongo distancia a través del silencio, porque no entiendo esa respuesta o directamente enseño el colmillo, porque me cabrea tamaña demostración de debilidad. Sí, debilidad. Han leído bien. Debilidad. El llanto, las lágrimas, los mocos a granel, esas manifestaciones absurdas de dolor público, me ponen enferma. No lo puedo evitar.

Por eso es tan difícil seguirme el paso. Quien me quiere de verdad, me conoce, me intuye a distancia y sabe como llevarme. Saben de mis silencios y de mis ausencias y en ambos, saben estar cerca porque son conscientes de que es así como suelto el llanto. Son pocos, pero elegidos.

Me dice una buena amiga que hay que ser muy valiente para llorar en público. No lo niego. A mí me parece estúpido e inútil. Pero no lo voy a discutir, esa es su opinión y para gustos... Aún así reconozco que he cambiado. De hecho, si vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que he evolucionado bastante. Hasta antes de ayer me parecía estúpido llorar. Sin más. Lo de inútil vino después, en un intento de compensar mi bordería. Esto es cuestión de tiempo. Igual dentro de nada me veo con el moco colgando yo también. Ya lo dudo, pero quien sabe…

Pero a veces, dentro de mi alexitimia, necesito estabular mis emociones. Canalizarlas, encauzarlas, hacerlas públicas de alguna manera. No se. Gritar. Soltar un aullido, lanzarme con la bici ladera abajo y liberar tensión. Algo que me contenga las lágrimas en su cubículo y me permita soltarme sin pasar por la aduana de las jaquecas, los ojos hinchados y la nariz taponada. Pero que ese algo sea inmediato, que no espere a tener que ir al monte a aullar o correr a dos ruedas. Algo rápido y efectivo. Como un modo “on” de grito virtual.

Sería perfecto que las redes sociales permitieran este desahogo con tan solo un click sencillo, un botón como el “me gusta” del Facebook o el RT de Twitter. Algo indoloro, elegante, con la efectividad de lo público y la intimidad de lo privado. Algo “ad hoc” para que me permitiera expresar mis sentimientos sin la desagradable sensación de debilidad que, indefectiblemente, lleva cosida al bies. Sería estupendo y muy saludable. Me ahorraría discusiones y dinero.

Hoy sería uno de esos días en los que necesitaría un modo “on” de grito virtual. Las malas noticias a los amigos en el trabajo es lo que tienen, que te descosen los bajos del ánimo y te dejan con las ganas de salir corriendo. Es lo que llaman responsabilidad, donde se toman decisiones que van más allá de los quereres. Algunos lo llaman madurar, otros evolucionar… da igual, hoy me siento como una manzana a punto de demostrar la ley de la gravedad.

martes, 17 de enero de 2012

Año 2012… la cuenta larga


De repente me ha dado por mirar y resulta que tengo un blog casi olvidado. Echándole un vistazo a las entradas, veo todo como va pasando el tiempo, las muchas cosas que han ocurrido, la gente que ha ido apareciendo y desapareciendo y volviendo a aparecer y, al igual que los mayas, me da la ligera sensación que yo también ando en el final de una cuenta larga.

Es una sensación suave, sin aristas, que se ha ido colando sin avisos, sin hacer ruido. Es una idea plantada con el tiempo (siempre el tiempo) y que está germinando de la misma manera en la que se coló: discretamente. No ha sido estentórea, ni se ha manifestado con aullidos. No ha hecho una aparición en escena escandalosa ni ha querido quedarse abigarrada. Ha sido eso, algo obvio, lógico, consecuencia evidente del paso de tiempo…, no! De las cosas, personas o emociones que se ganan, cambian o pierden con el paso de tiempo. Así casi mejor.

Para los mayas el tiempo era cíclico. Se repetía en distintos ciclos para formar una cuenta larga cuyo final, en contra de lo que piensan algunos visionarios, no significa el fin del mundo sino el final de una concepción del mundo tóxica para los seres humanos, su relación con la naturaleza y con otras especies. Es más un cambio de plano de conciencia que un abrupto puñetazo de los dioses en la mesa del planeta. Vamos, que sigamos haciendo planes de vacaciones para el 2013 que el año 2012 no se va acabar el invento.

La cuestión es que, con la curiosidad que me despiertan los mayas, me he dado cuenta de algo que me hace coincidir con ellos: yo también ando al final de mi cuenta larga. También para mí se acaba mi mundo tal y como lo tenía concebido, y voy pasando suavemente a otro plano de conciencia donde se ve con más claridad el tablero de juego que me ha tocado jugar, con la perspectiva del tiempo. Ya no hay tantas preguntas que responder, ni tanta gente a la que añorar. Ahora las cosas cobran su importancia en función de su valor, no de la función que ejerzan. Me da la ligera sensación de que las miradas son más finas, menos ordinarias y que las palabras, polisémicas en sus intenciones, no dejan tanta huella dolorosa. Veo a mis amigos en su justa dimensión, con sus glorias y miserias y en esa visión equilibrada, empiezo a ser indulgente conmigo misma, con mis decisiones (algunas de ellas acertadas) con mis errores (cielos, son tantos!) y con algunos de mis aciertos.

Me he acostumbrado tanto a los silencios como a las ausencias porque yo misma callo y me escapo por pura supervivencia. Y en ese vacío de emociones y presencias descubro la cura contra mí misma, el tratamiento contra mi pasado y me regalo, entonces, momentos de memoria olvidados…, tan olvidados que quisiera recordarlos. Y en medio de este trajín, en este ir y venir de tesoros descubiertos, noto que falta algo: la deuda contraída y no pagada con el amor.
Me temo que el día que dieron esa lección andaba yo en otras vainas. No entiendo muy bien la cosa esta de amar y, después de tantas equivocaciones, de tantos latidos a personas equivocadas, de tantos descalabros y quebrantos, llego a la lógica conclusión de que soy yo la que no sabe amar ni como hacerlo. Y posiblemente, con este cambio de plano de conciencia, aprenda la última lección de vida y se me de la posibilidad de comprender los insondables misterios del amor. Que digo yo que no tiene que ser muy difícil cuando hay gente, y doy fe de ello, que ama y deja de amar con la misma facilidad de un cambio de ropa o de zapatos.

El caso es que con el fin de mi cuenta larga voy haciendo balance y hay muchas más luces que sombras. Estoy contenta. Pero cuando llegue ese día, que no sé yo si será el 21 o el 22 de diciembre, me va a encontrar con un amplia sonrisa y al lado de los que más quiero. Posiblemente tomándome una copa y brindando por un cambio que, estoy convencida, nos va a hacer crecer y nos va a acercar a las personas que pensábamos olvidadas y que nos quieren de verdad. Por cierto, feliz 2012.