jueves, 11 de junio de 2009

Dicen que la risa tonta...

A mí me dio el otro día, sin venir a cuento…, bueno, sin el cuento para que viniera porque la cosa sucedió en el curro y en una situación de lo más trascendental. De hecho, no tendría que haber habido (que bonita formación gramatical) risa alguna, ni tonta ni lista pero, ¡vaya!, hay situaciones en las que la carcajada esta absurda se hace paso a empujones entre tanta seriedad, sea oportuna o no. Lo que te hace pensar... Vamos a ver. La risa tonta aparece cuando menos se la espera, en esto se iguala al amor y sucedáneos, y además es difícil de controlar. ¿Quién no le ha dado un ataque de risa en una misa córpore in sepulto, funeral o boda, justo en la parte del “sí quiero”, cuando los susodichos ponen caras de sopla según baja la guillotina que corta la libertad? He visto a much@s novi@s con las caras como bisontes siendo conscientes de lo que se le venía encima, otro no. Otros, que deben de calzar mucho más de pie que de cociente intelectual, están contentos, alegres, satisfechos de la hazaña.., ¡Oiga! ¿Tas tonto? Bueno, pues en esos casos me da la risa tonta de ver la tontería con la que la gente gusta y busca marcarse como a los pollos.

Debe de ser que me da risa la estupidez…, digo yo porque no hace mucho, una pobrecilla ave nocturna intentó ligarme (¡que situación!) con un toque de intelectualidad, quiero decir, de fingida intelectualidad. Como mi gente me dice que soy una borde de cuidado, puse cara de “que interesante” y me guardé el ácido en los entresijos que, después de aquello nunca más, casi muero. En esta situación de continencia sulfúrica logré estar la escalofriante cifra de ¡20 minutos! Y, a los 20 minutos, me dio la risa tonta. Sin más. Me di cuenta de lo absurdo de la situación. Aquella queriendo ser interesante. Yo horrorizada por tamaño esfuerzo, pero fingiendo cual champion para no decir algo en mi línea de “pero mira que eres burra”. Y me empecé a reír. No podía parar, la otra no podía dejar de mirarme con la boca cada vez más abierta, sin decir nada. Y cuanto más abría la boca, muda toda ella, yo con más y más risas sin hablar también, claro. Un silencio de palabras que retumbaba en el local.., terrible situación. La chica ya no sabía si cerrar la boca e irse, podía haber sido una excelente opción, o quedarse y ver que había al final de mi carcajada. Optó por lo último. Pésima elección.

Lo que había al final era un “¿tienen un kleenex?” para limpiarme los lagrimones y sonarme la mocarrada, algo que no induce al romance ni al erotismo, soy consciente. Y después de cubrir mis necesidades físicas le dije que había sido muy divertido, “divertido ¿qué?- debió pensar esta- si he dicho cosas muy serias”, pero que me tenía que ir. Hala, con Dios. Me di media vuelta y me fui. Creo que todavía debe de estar pensando que clase de psicópata de Atapuerca le gustó y yo sigo pensando que clase de Taradas Pérez atraigo. Cuando no me sueltan una charleta intelectual-solidaria-política-existencial me morrean por sorpresa en mitad del Fula dejándome con la boca abierta, nunca mejor dicho, y el culo cerrao.., “perdona, ¿tu eres...?” porque claro, era una auténtica desconocida. (NOTA: compi de comunicación, ya sabes como NO acercarte a un piscis. Ni tirarte al cuello a ver que pillas, ni perder la naturalidad. Otro día te digo más.)

Dicen que la risa tonta es producto de los nervios, de situaciones descontroladas o de falta de madurez. Para nada. La risa tonta es producto de la estupidez ajena y de la falta de neuronas. Pero claro, no hay que confundir con la risa nerviosa ni con la risa la hiena, esas son otras risas que ni son tontas, ni son listas. Son risas mucho más nocivas y menos divertidas. Por eso está la risa tonta, para cuando no se pueda reír y se necesite. Con lo que a mí me gusta reírme…