sábado, 29 de noviembre de 2008

GNOSEOLOGÍA DEL ODIO

Dice la Real Academia que la palabra odio significa “Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”, es decir, que cuando odiamos llevamos implícito el deseo de que algo malo ocurra, léase una catástrofe, un accidente, una enfermedad, envenenamiento, la muerte…, algo que nos consuele del sentimiento que nos produce esa persona y que no podemos controlar. Pero, al margen de la definición, ¿qué es el odio? ¿Por qué se produce? ¿Para que sirve?

Investigadores del Laboratorio de Neurobiología del University Collage de Londres han hecho bueno ese refrán tan castellano que dice que “del amor al odio solo hay un paso”. Resulta que ambos sentimientos comparten las mismas estructuras cerebrales, esto es, que las partes del cerebro que se activan cuando amas y cuando odias son las mismas. Las partes en cuestión son el putamen (sin comentarios) situado en el núcleo profundo del cerebro, y la ínsula situada en la parte lateral exterior que son, según los investigadores, las áreas que se activan en el amor romántico. Resumiendo, que la ciencia viene a probar lo que la sabiduría popular ya conocía en base a la observación: que no odia sino quien ha amado o ama. Por lo tanto, el odio es un sentimiento humano que comparte cama con el amor. Pero, ¿de donde viene?

Desde mi humilde opinión el odio se genera en el miedo y la frustración. Miedo a lo desconocido, lo extraño, lo diferente y frustración por no conseguir lo que se desea, por no tener lo que se quiere o por no compartir lo que se necesita. Xenofobia, racismo, homofobia, machismo, odio al facha, al rojo.., odio al diferente, al que no piensa ni actúa como actuamos nosotros. La historia de la humanidad está llena de episodios de odio, de barbarie. Cuando el odio sale del ámbito del pensamiento termina por concretarse en guerras, genocidios, terrorismos… el mismo sentimiento que nos hace humanos es el que nos convierte en monstruos. Son odios dirigidos a quien no se conoce pero se sabe de su existencia, son odios que se retroalimentan con los odios de tus iguales y que forman masas críticas que mueven el sentimiento hacia el crimen y las cruzadas por la pureza de raza, de religión o de ideología. Es el odio masivo, el que nos hace vociferar y agredir al distinto en manada… pero y ¿el odio personal? ¿Aquel que se dirige de manera individual hacia una sola persona?

Ese odio es el más bajo y rastrero de los sentimientos pero el más humano a la vez. Es el provocado por la impotencia, la debilidad y la frustración. El que no permite la razón, ni el olvido…, es aquel que, a la mínima, salta de su guarida para mostrar su fea cara y perjudicar sin motivo. Es, en definitiva, aquel que se aferra a un pasado que ya no tiene peso ni memoria. Muchos escritores han pensado acerca del odio. Víctor Hugo decía que “cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”; Herman Hesse tenía claro que “cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”; Graham Green llegó a escribir que “el odio no es más que la carencia de imaginación” y Bernard Shaw que “el odio es la venganza de un cobarde intimidado”. Pero yo me quedo con dos personajes, uno fue objeto de odio y el otro un escritor español célebre por su sentido del humor. Martin Luther King dijo: “Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien” y Noel Clarasó: “Odiar es un despilfarro del corazón, y el corazón es nuestro mayor tesoro”.

Yo procuró no odiar a nadie porque odiar es un sentimiento que destruye a quien lo siente no a quien va dirigido. No deseo mal a nadie, ni que le envenenen con cicuta, belladona o cianuro. No quiero que contraigan una enfermedad mortal o que se quede en una silla de ruedas o que permanezca en coma por un accidente de coche, de moto, de alpinismo o de natación. No me merece la pena pensar que alguien vaya en un avión y que se estrelle o que muera por una indigestión de ostras. No disfruto con el mal ajeno porque no creo que nadie sea tan perverso como para merecer todos esos males. No odio, pero se que me odian. Eso no se puede evitar.

Para quien corresponda: De salud, bien. De amigos, magistral. De curro, feliz y de amores, tranquila. La familia, bien gracias y de proyectos repleta. Me “amontono” con algunas cosillas, pero me doy diez minutos y se colocan en su sitio. El último tramo de este Annus Horribilis está siendo muy bueno, ha ido limpiando toda la mierda que trajo al inicio. Ya no hay dudas, ni rencores, ni telarañas en el techo. El pasado ya no importa y las personas que lo tejieron, tampoco. No hay olvido pero no hay memoria. No hay odio. Nunca lo hubo. Esta BICHA, bicho no porque era cariñoso y lleno de ternura, no se va a morir con unas dosis de cianuro. Pero llegará el momento en que desaparezca y espero que eso le haga muy feliz a quien corresponda.

Es de las pocas veces que escribo que no me sale el sentido del humor en cada párrafo. Es lo que tiene el odio. Que no hace ni puta gracia.