Que el tiempo pasa es un hecho. Que
nos enseña cosas debería ser una obviedad aunque para algunos, por muchos años
que pasen no van a aprender nada. Y esto es otra realidad.
No hace mucho, mi querido Bartolo
puso un vídeo de reencuentro de dos elefantes después de 20 años de separación, viviendo una vida de circo e imagino de sufrimiento. Era una especie de experimento
etológico -relativo a la etología que es el estudio del comportamiento animal- para saber cuál sería la reacción de unos animales famosos por su memoria pero
con dudas sobre sus sentimientos y emociones.
No hace falta ser etólogo para
ver que el documental mostraba a dos animales que, pese al paso del tiempo, no
solo no se habían olvidado sino que mostraban lo que parece ser un recuerdo
vívido de una amistad resistente al paso de los años. Juegan, se acarician,
parece decirse al oído mil palabras retenidas por la distancia… se podría ver esa
complicidad que otorga los amigos de toda la vida que, pase el tiempo que pase,
en el momento del recuentro es “como decíamos ayer”.
Se podría sacar la conclusión de
que los animales, por lo menos estos grandes mamíferos, son capaces de
estructurar sus recuerdos en función de sus sentimientos quedando para siempre marcado
en su memoria la persona que los forjó a golpe de amistad. Podría ser. La pregunta
es si estos animales tuvieron la capacidad de forjar esos sentimientos de
manera consciente o somos nosotros los que queremos darle esa explicación con
la única intención de humanizar el reino animal. No soy etóloga y no tengo
respuesta a esta cuestión, pero me asaltan otras: ¿Es necesario que dejemos
pasar los años para manifestar sentimientos que simplemente tenemos y no
dejamos salir? ¿Somos capaces de guardar “quereres” resistentes al paso del
tiempo? Las personas a las que pensamos, que no tenemos al lado pero que no
decimos lo que las echamos de menos, ¿se comportarían como estos elefantes? Es más,
¿deberíamos dejar pasar los años para demostrar o no esta teoría? ¿Queremos a
pesar del paso del tiempo o como consecuencia de él?
Los animales parecen querer sin
condición y nosotros ponemos condiciones para querer. O vemos que nos quieren
con condiciones y nos condiciona querer… No lo sé. No llego a tanto. A lo que
llego es a mirar a mi alrededor y ver que a veces falta gente, que están lejos
o lejanamente cerca y que, si hay que esperar 20 años para analizar nuestras
reacciones, es posible que el experimento se quede poco menos que en agua de
borrajas. Posiblemente lo que nos diferencia de los elefantes es que ellos, en
su simplicidad, solo usan un factor, el del corazón, en el reencuentro y
nosotros ponemos, además, el de la razón.
¿Cuáles son las enseñanzas del
tiempo entonces? Una fundamental: que sí, que queremos a pesar del paso del
tiempo pero que es ese mismo tiempo el que nos condiciona el querer. Queremos porque
necesitamos querer y ser queridos pese a que el gran secreto es que deberíamos
querernos para aprender a querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario