jueves, 26 de junio de 2014

Lecciones


El otro día hablando con una amiga, de esas que duran años, comentábamos como ineludiblemente el paso del tiempo ejerce su docencia de manera silenciosa. No da lecciones en aulas magnas, ni pontifica enseñanzas desde pulpitos… pero enseña. Y repasando lo aprendido nos dimos cuenta de que nos ha enseñado lo mismo a las dos y claro, la pregunta era obvia. ¿El paso del tiempo enseña lo mismo a todos o hace distinciones entre sus alumnos? Para pensar…

Soy de la creencia de que la lección es la misma para todos pero no todos tienen la capacidad de aprender lo mismo. Por ejemplo. El tiempo te enseña a no confiar desde el primer momento en cualquiera y, sin embargo, cualquiera le vale a algunas personas sin sopesar las consecuencias. Otro ejemplo. Muchos seres humanos dan todo en sus relaciones cuando la prudencia, y el tiempo, te recomiendan una mínima reserva de futuro. Un ejemplo más. El tiempo te muestra la diferencia entre amigos, colegas y conocidos – como te muestra la diferencia entre un buen polvo y una relación- y recalcitrantemente convertimos a los conocidos en colegas y, a estos, en amigos travistiendo la amistad en un simple pasatiempo.

Así que el tiempo enseña pero no garantiza el aprendizaje. Y el tiempo enseña a todos por igual. Otra cosa es que seas capaz, o quieras, aprender sus enseñanzas.

Y una de las cosas que te enseña es a disfrutar de deliciosas veladas con la gente a la que quieres y te quiere de verdad. Esas risas compartidas, vino en ristre, mezclando confesiones y complicidades. Repasando otros tiempos de errores y aciertos, sabiendo que sí, que echando la vista atrás hay cosas que no harías, de las que te arrepientes y que las enseñanzas recibidas por vivir aquellos momentos eran prescindibles.

-          ¿De qué te arrepientes?, me preguntó.
-          De lo que se arrepiente casi todo el mundo aunque no lo diga: de compartir momentos de tu vida y energías con personas equivocadas.

Pero el arrepentimiento no otorga la oportunidad de rectificar y volver a elegir lo correcto, así que lo único que te queda es no repetir las mismas situaciones ni las mismas personas. Lo que viene siendo un acto de contrición de andar por casa.  

Y llegados a este punto, después de una magnífica botella de vino del Priorat, comparto el consejo que me dio mi amiga: si alguien te quiere, te lo demuestra y no solo te busca cuando te necesita o no tiene nada mejor que hacer. Más de una/o se va a sorprender cuando no haya respuesta para una cerveza…

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