martes, 8 de abril de 2014

Por cotidiano… (Explorando el mundo. Parte 1ª)


Hoy me he levantado así, de aquellas maneras. Básicamente pensando y observando… observando el día a día y buscando los detalles que lo hacen tan valioso. Al día a día, me refiero…

Primero de todo: la capacidad de comunicar. ¿No os habéis dado cuenta de que hablamos y no nos entendemos? Y no es por incapacidad lingüística, noooo… algunos hasta tienen un buen demostrado nivel de vocabulario. No. No nos entendemos porque no nos escuchamos, y no nos escuchamos porque, en la mayoría de la ocasiones, o desviamos nuestro interés hacia esa zona personal ubicada entre el pubis y el ombligo, o nos hemos quedado en la superficie sin ganas de profundizar en lo que la otra persona nos dice. Pero existe una paradoja. Nos interesa poco lo que nos dicen pero nos encanta que nos lo digan. Así somos de incongruentes.

Segundo: la facilidad para hacer reír. Sí, si. No todo el mundo tiene esa capacidad sanadora de arrancar una sonrisa al personal, ese traje de bufón existencial por el que hasta los momentos más duros tienen mejor tránsito con una sonrisa… De hecho, cuando por las mañanas observo a la gente con la cara cual bisonte, siempre pienso que eso no tiene que ser bueno. Pero tiene que ser peor pensar que el personal está loco cuando sueltas una carcajada en mitad de un semáforo (doy fe) porque aquello no cuadra con la solemnidad de la vida. Es curioso, buscamos la risa pagada en espectáculos circenses y rechazamos la bendita locura de quien te hace reír sin que lo esperes. Aviso a navegantes. Son este tipo de personas con las que merece pasar un buen trayecto de tu vida.



Tercero: la valentía de acariciar. Y seguro aquí nos hemos puesto guapos. Pues no! No es la valentía de acariciar para lograr mezclar tu sudor y el mío. Eso, aparte de ser una necesidad, no deja de ser sencillo. No. Acariciar para comunicar, volvemos a lo primero de todo, para decir lo que a la palabra se le escapa. No es una caricia carnal, es una caricia al alma que hacen nuestras manos. ¿Difícil? Pues tampoco, solo hay que ser valiente para obviar la confusión de quien interpreta lo contrario al mimo. Si hay confusión se aclara… o no. Pero que el malentendido no te deje dejar de acariciar.

Y todo esto, y más que se me ocurra según vaya observando, es el día a día. Pequeños tesoros que por cotidianos se nos escapan, nos pasan desapercibido. Es una lástima porque, a veces, por cotidiano se nos olvida el valor de cada día.

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